En Dinamarca se ha eliminado el delito de blasfemia de Código Penal. Cualquier persona que “insultara públicamente, ridiculizara la doctrina o el culto de una comunidad religiosa legalmente reconocida” era castigado con cuatro meses de prisión.
No es solo un problema danés: las directrices de las Naciones Unidas y el Consejo de Europa hecho de invitar a todos los países a tomar esta medida, considerando las leyes contra la blasfemia como un obstáculo a la libertad de expresión. Tal vez habría que preguntarse si realmente lo son.
¿Solo en sociedades secularizadas?
Estas medidas –junto con otras similares tomadas o a punto de tomarse ante la presión internacional de otros países– no solo se toman en sociedades cada vez más secularizadas, como probablemente se imaginan estas organizaciones internacionales y europeas en un momento difícil en las relaciones entre las religiones y en pleno renacimiento del fundamentalismo.
Estas decisiones vienen a entrar en conflicto con una realidad turbulenta y tensa. Así ocurrió en Dinamarca, donde en 2006, las caricaturas de Mahoma en un periódico satírico despertaron la indignación de los musulmanes, pero no fueron castigados por la ley.
Sin embargo, la aplicación más reciente de la ley contra la blasfemia fue en una dirección bastante diferente. En febrero de este año, un hombre fue condenado al publicar un vídeo en el que se mostraba cómo se prendía fuego a una copia del Corán.
En el debate que sirvió para la derogación de la ley se celebró el final de una restricción a la libertad de expresión. Los socialdemócratas, que votaron en contra, se quejaron de que una democracia más fuerte no debería dar autorización para quemar libros sagrados.
Arma de persecución
Fuera del contexto de los países ricos y secularizados, todo cambia. Un ejemplo es Pakistán, donde se manipula la ley contra la blasfemia para ser utilizada como un arma de persecución contra los cristianos, acusados de delitos por los que ni siquiera había intención de cometer. ¡Luchar contra esta ley aquí sí que significa realmente garantizar la libertad religiosa!
Una reflexión para concluir: las leyes contra la blasfemia deben ser vigiladas para ser interpretadas en el contexto en el que se promulgan para no juzgar desde criterios ideológicos abstractos.