Breves reflexiones sobre la muerte y el morir


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“Las personas que han vivido plenamente, por lo regular, no tienen miedo de morir. La muerte, al fin y al cabo, es la manera natural de terminar la vida… pero hay quienes le tienen temor a la muerte. Aunque estén sufriendo, se les hace difícil dejar el mundo que conocen”. (David Werner, ‘Donde no hay doctor’, pg. 330).



He querido comenzar esta entrada con estas frases que me parecen tan certeras. David Werner, que trabajó durante décadas con los campesinos centroamericanos, sintetiza en unos pocos bellísimos párrafos todo lo que aprendió de ellos. En un contexto con apenas medios, y quizás por eso mismo, pone el énfasis en el amor y en el apoyo hacia quien se está muriendo. Con ello se puede facilitar la aceptación de lo que es inevitable, mucho más que con cualquier medicina. Como me explicó un residente que había estudiado en Cuba, en la enfermedad terminal solo disponían de las 3 C: casa, comida (no mucha) y cariño.

Gratitud por lo compartido

No suele resultarnos fácil convivir con la muerte, incluso cuando es un hecho cotidiano, como ocurre en mi profesión; todavía menos si se trata de una persona joven, o aquella que ocurre de forma inesperada o traumática… Mucho más si es a causa de la violencia. Sin embargo, cuando la muerte es natural, el proceso de morir nos da la oportunidad de despedirnos, de expresar el contento por lo compartido.

Esto ayudará al que marcha y al que se queda a aceptar la muerte cuando ya no se puede ni se debe evitar, y servirá de consuelo a los que quedan vivos. Elisabeth Kübler-Ross es quizás quien más y mejor ha escrito sobre la muerte y el morir; en su amplia obra, que incluye algunas reflexiones sobre su propia partida, se recogen testimonios y reflexiones que le llevan a afirmar que la muerte es un amanecer, un tránsito hacia una vida mejor.

Médico general

Lecciones vitales

En una visión trascendente, explica que nuestro paso por esta vida concluye cuando hemos aprendido las lecciones que vinimos a aprender, y que pueden condensarse en una sola: aprender a amar y ser amados incondicionalmente.

No puedo dejar de mencionar la angustia que puede surgir al preguntarse qué habrá más allá de la muerte. Aquí me ayudó mucho una reflexión de María López Vigil. Para esta teóloga latinoamericana, la pregunta teológica fundamental no era esa, sino esta: ¿hay y habrá habido vida para tantos antes de la muerte? Rodeada de pobreza e injusticia, se dio cuenta que era el más acá, y no el más allá, lo que debía preocupar a un cristiano.

El examen definitivo

En cierto modo, es una conclusión compartida con la doctora Kübler-Ross: cuando pasemos “al otro lado”, nos preguntarán a cuánta gente ayudamos, a cuánta quisimos. No el dinero que tuvimos, ni los cargos que ocupamos, ni la popularidad o la fama de que disfrutamos. El examen será por cuánto amamos, por cuánto ayudamos, por cuánto nos entregamos.

No sé qué hay más allá de la muerte. Como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección, aunque ignore en qué pueda consistir. Pero prefiero ocuparme y preocuparme del tiempo que me queda antes de la muerte; cada día es una oportunidad de ayudar, de acompañar, de intentar hacer más fácil la vida a quienes me rodean.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.