La asamblea general de Confer se celebró bajo el lema ‘Señor, ¿qué quieres de nosotros de hoy?’. Es una pregunta fundante para nosotros los religiosos y religiosas, y, desde la misma radicalidad de la vida religiosa y sus votos, parece que es muy difícil contestarla si no se hace buscando, cara a cara, el Rostro del Señor.
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Ese cara a cara solo es posible –como recordaba el obispo Luis Angel de las Heras– si nuestra vida se hace de manera sencilla, en medio de la gente con la experiencia no aguada de estar marcados por las urgencias de nuestro mundo. Desde nuestras raíces carismáticas y sin retrasar las respuestas. Según lo que nos dicta el corazón. Por ello, creo que el Señor quiere que estemos muy cerca de los pobres, los sencillos, que seamos amigos de ellos. En una misión compartida, donde la interculturalidad y la intercongregacionalidad sean riqueza, reorganizando estructuras y rescatando a fondo el papel y la responsabilidad real y efectiva de la mujer en la iglesia.
Precisamente del Rostro del Señor habló el nuevo presidente de Confer, Jesús Díaz Sariego, apuntando a que la sociedad de hoy nos dice que quiere ver el rostro de Dios: las minorías, las mujeres, niños, abandonados, enfermos, migrantes, etc. Es verdad : Esta tarea de mostrar el rostro de Dios es una tarea difícil y compleja, pero es apasionante porque está cargada de pasado, presente y futuro. Y tras ese desafío surgieron sus preguntas en alta voz: ¿Cómo mostrar el rostro de Dios? Aunque lo de fuera hiera. Y duela.
Descubrirle en los pobres
Dar y darse hasta que duela, que decía san Alberto Hurtado. Pero es que las exigencias del evangelio y del inacabado Vaticano II nos llevan a ese reto contando con que no siempre hay nuevas vocaciones, a pesar del bendito e impagable esfuerzo por buscarlas. Porque el individualismo está a la vuelta de la esquina y parece que no se buscan rostros sino máscaras donde esconder la verdad humana. Y esta, semejante solo a mi propio rostro. O buscando no sé que rentabilidades y resultados en mi propio beneficio. Mientras la donación y la entrega se hace calderilla sin valor en el mercadeo de la vida, ¿cómo mostrar el rostro de Dios aun no siendo reconocidos? Y es que muchas veces el mismo rostro de Dios se nos hace imperceptible.
Sucede, como lo que narraba aquel periodista y poeta Javier Gallego, que hace pocos años leyó una noticia sobre una nueva tragedia en el Mediterráneo y que decidió escribir un poema como homenaje a las víctimas, que luego se incluyó en el poemario El grito en el cielo (Arrebato, 2017). Un poema que luego se convirtió en una emocionante novela gráfica ‘Como si nunca hubieran sido’ (Reservoir Books), con el impresionante arte de su hermano, el pintor e ilustrador Juan Gallego, y con parte de la recaudación del cómic destinada a Médicos sin Fronteras.
“El poema original decía el autor partió de un titular de prensa real que decía: “Podrían haber muerto mil personas en el Mediterráneo”. Un condicional que le generó una pregunta inquietante: ¿cómo era posible que esas personas fueran inexistentes?. Ni siquiera teníamos la certeza de que hubiera muerto alguien. Eso le llevó a escribir sobre ese tema. Sin olvidar la tragedia que está sucediendo en el Mediterráneo de inmigrantes y refugiados.
“Como si nunca hubieran sido –concluye Javier– también muestra esa soledad y ese silencio en el que se queda el mar después de devorarlos. Es como un monstruo que se los traga dejando un silencio absoluto, que es el silencio que mostramos como sociedad ante algo que sucede muy cerca de nosotros, en nuestras costas, y que parece dejarnos indiferentes cuando llega a “tragárselos sin dejar rastro ni restos”, como dice uno de los versos del poema. Y yo añado: como hombres y mujeres sin rostro.
“Tu Rostro buscaré Señor. No me escondas tu rostro”, dice el salmo 26. La vida religiosa tiene que ayudarnos a encontrarlo (con su ser y con su hacer) entre tanto maquillaje y cosmética como abunda en nuestro alrededor . Quizás mirando cara a cara al emigrante, al empobrecido en suma, se nos está desvelando.