Supongo que alguna ventaja tendrá esto del cambio de hora, pero a mí esto de adelantar una hora el reloj me mantiene desubicada durante un par de días. Además de lo que me cuesta pensar que me han arrebatado sesenta minutos de precioso y escaso sueño, siempre me asalta la sensación de que alguien me ha robado también parte de mi existencia y que, por mucho que quiera, nunca la voy a poder recuperar.
Está claro que se trata de algo muy irracional, pero me recuerda a los hombres grises de ‘Momo’, el libro de Michel Ende. Estos personajes malvados se alimentaban del tiempo que robaban a la gente. Para ello les persuadían de la urgencia de ahorrar cada minuto, de vivir con prisa y dejar de lado todo aquello que no fuera efectivo o funcional. Momo, la niña protagonista, era la encargada de rescatar a sus vecinos del hipnótico embrujo de quienes les habían convencido de que había que trabajar más, dormir menos, prestar poca atención a las personas cercanas y no disfrutar de, por ejemplo, conversaciones calmadas, risas o juegos.
Quizá lo que más nos roba la existencia no es este cambio de hora, sino la mentalidad que nos rodea, que cala en nosotros casi por ósmosis y que nos engaña convenciéndonos de que muchas de las cosas más importantes son, en realidad, una pérdida de tiempo. Ojalá aparezca una ‘Momo’ en nuestra vida que nos recuerde que lo importante no es ahorrarlos, sino invertir bien los minutos con quienes nos rodean.