Caperucita Roja era el modo que tenía Perrault de advertir a las adolescentes de su época para que tuvieran cuidado con los seductores, y el color rojo de la capa era referencia del tránsito de niña a mujer. ¿Qué ocurre si varía el color de esa capa? El libro ‘Las caperucitas de colores’ parte de ese planteamiento, pero lo más interesante de estos cuentos ilustrados no es esa inquietante pregunta, sino por qué se ha hecho y cómo.
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La autora es Salomé Adroher y el libro es fruto de las numerosas historias que ha creado con sus nietos. Todo surgió cuando comenzó a abordar con su nieto mayor, Gaspar, que tiene ahora 9 años, situaciones complejas como aquellas en las que Perrault quiso intervenir para defender a las niñas frente a los lobos. Así, en este libro, Caperucita Rosa es una abusona de colegio que humilla y atemoriza a sus compañeros, o Caperucita Morada debe afrontar la desigualdad que sufren las chicas. Los colores van indicando diferentes problemas y desafíos que niños y niñas afrontan en las periferias de sus vidas diarias.
Creadores de cultura
La noticia no es solo ese enfoque tan creativo, sino que una abuela se decida a publicar los cuentos que inventa para sus nietos. Esta historia nos anima a ser activos creadores de cultura, aunque sea en nuestra pequeña escala, y a que dediquemos amor y labor a la transmisión narrativa a las siguientes generaciones.
Las historias bíblicas fueron comunicadas durante varios siglos por vía oral antes de cristalizar en escritos, y las conocimos interpretadas por nuestros mayores, quedando así grabadas indisolublemente con el sello de su amor en el corazón. Las caperucitas de colores de la abuela Salomé y su nieto Gaspar son ese tipo de semilla que promete la recuperación de una civilización viva y fecunda desde cada familia.