Diseminados humildemente por todo el planeta, mujeres y hombres luchan por la justicia, oran con su pueblo y cantan con sus vecinos, al modo de Jesús. El pasado 5 de febrero falleció una de esas personas, Carmen Santiago, en el pueblo mexicano de San Antonino Castillo Velasco, en el estado suereño de Oaxaca, donde había nacido 69 años antes. Vivió como misionera laica dedicada a la defensa de los Derechos Humanos y la defensa de los bosques y el agua. Trabajó intensamente junto a Samuel Ruiz y otros obispos por una Iglesia comunitaria unida a los más pobres y plenamente inclusiva con las mujeres.
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En la década de 1990, fundó la ONG Flor y Canto, consagrada a la promoción de la mujer y el derecho a la tierra. Dicha ONG partió del Centro Diocesano de Pastoral Indígena, de donde salieron numerosas mujeres líderes e iniciativas. Carmen Santiago representa a una generación de indígenas católicas que ha entregado su vida laical a los pueblos más empobrecidos y ha impedido la destrucción de la Creación.
En contacto directo con la naturaleza
Su primer gran compromiso fue la defensa de los bosques amenazados por la destrucción capitalista, y que logró salvar tras liderar una amplia movilización popular. El trabajo de la mujer bosque también fue muy relevante en la Comisión de la Verdad que investigó ejecuciones extrajudiciales en la región: ella logró documentar el asesinato de su compañero Arcadio Hernández, el único que se logró probar. Mujer profundamente espiritual, supo hacerse hermana de todos y hacer de su vida una inspiración para las jóvenes y los jóvenes de la Iglesia y de toda la sociedad.
Quienes mejor entendieron a Jesús fueron las personas que tenían sus manos en la tierra y en el agua, quienes estaban en contacto directo con la naturaleza, como Carmen Santiago. Por eso, cuando ya nadie la recuerde, los bosques seguirán diciendo su nombre.