Cerro de los Ángeles: ¿consagrar el pasado o la normalidad?


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Centro geográfico de la Península, el Cerro de los Ángeles podía haberse convertido estos días también en el centro de la polémica si un siglo después de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús desde allí, un obispo recién llegado a la diócesis getafense no hubiese visto claro que había que despolitizar un evento que se encontró en marcha.

Queriendo haber sido símbolo de amor universal, no ayudó mucho que aquel acto fuese presidido por el rey Alfonso XIII ni el alineamiento político de la Iglesia de entonces, todo lo cual pagó el lugar con una resignificación –que se dice ahora– por las bravas, con el fusilamiento del Cristo y la posterior demolición completa del monumento al principio de la Guerra Civil. ¿Cómo no va a resucitar eso sentimientos?

Pero hoy el Cerro de los Ángeles, como símbolo, pasa desapercibido salvo para los nostálgicos de aquella Iglesia, que de alguna manera querían un revival de lo que aconteció hace un siglo, una Iglesia politizada que hoy también reclaman algunos fieles y curas que reniegan de la derechita cobarde y oyen los cantos añejos de Vox, con unos postulados más cercanos a los del Palmar de Troya que a los del papa Francisco.

Por eso, cuando se anunció la renovación de esta consagración, un escalofrío recorrió la espalda de algún que otro obispo y retumbó en la Plenaria. “Nos queda mucha ultraderecha”, comenta otro pastor cuando se le saca el tema.

Sagrado Corazon Cerro De Los Angeles

Despolitizar. Esa ha sido la clave. Que ha necesitado de varias llaves desactivadoras, como las que utilizó un vicario como José María Avendaño, por supuesto el obispo Ginés García Beltrán, y –hay que decirlo– el auxiliar José Rico Pavés, que ha sabido leer la partitura.

De esta manera, un siglo después, desde el Cerro de los Ángeles se consagrará la normalidad de una Iglesia que no tiene más nostalgia que la de que la consideren una madre amorosa que no distingue entre hijos.

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