El dilema de nuestro tiempo no consiste en religión versus ateísmo, sino, más bien, qué tipo de religiosidad. Un indicador que apunta en esa dirección es el nuevo estatus del taoísmo en China. El Gran Dragón se ha aliado con el taoísmo, al que suma al Nuevo Orden Mundial que inauguró en enero de este año.
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El 24 de septiembre de 2023, en el gran templo del monte Maoshan –provincia de Jiangsu–, se celebró el V Foro Internacional Taoísta con pleno apoyo del Gobierno chino. Medio millar de representantes de 39 países y de todas las provincias chinas se reunieron no solo tolerados por el Gobierno, sino con su apoyo expreso. El Gobierno no solamente favoreció la participación de los más importantes taoístas internacionales en el evento, sino que cursó invitaciones a todos los medios y a otros líderes de influencia para cubrir el encuentro.
Poderosa mutación
El lema de la convocatoria era ‘Caminar con el mundo’, y marca el horizonte de esta confesión a medio plazo: su extensión gradual por el mundo, tal como titula sus conclusiones la Federación Taoísta Mundial. Lo más revelador de la nueva relación de China con la religión, en general, y con este credo, en particular, fue la declaración institucional de la intervención de Wang Huning, representante gubernamental de alto rango en la cita –es presidente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y miembro del Buró Permanente de Comité Central del Partido Comunista Chino–. Dijo que el Gobierno chino apoyará el fortalecimiento y expansión del taoísmo en el mundo como un modo de promover la paz y la prosperidad mundiales compartidas de modo duradero.
Con esta decisión estratégica, el modelo chino de Estado evoluciona de nuevo progresivamente hacia una poderosa mutación. Puede que se haga más confesional, pero seguro que no más espiritual.