Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Ciudadanos de la Razón


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El presbítero anglicano John Michell fue el primero en investigar la existencia de los agujeros negros. No fue la única contribución que este sacerdote y filósofo inglés del siglo XVIII hizo a la ciencia, sino que innovó en campos tan dispares como la geología, la gravitación o la óptica. Fue el descubridor de las ondas sísmicas y explicó los tsunamis, el primero en poder medir la densidad del planeta, inventó el imán artificial, describió la corteza terrestre, descubrió las estrellas dobles, revolucionó el magnetismo, y, en 1784, descubrió el fenómeno de los agujeros negros, conjeturando que se trataba de estrellas oscuras.



Razonar en diálogo con Dios

Su obra la realizó sin buscar la fama, desde una parroquia rural en el lejano y verde Yorkshire, rodeado de aparatos científicos que él mismo construía. Ferviente admirador de la espiritualidad de Newton, confiaba en la razón para mostrar el esplendor y armonía de la Creación, que creía infinita. Para él, investigar era rezar, razonar en íntimo diálogo con Dios. Formaba parte de un mundo en el que ciencia y religiosidad aún no habían sido divididas, sino que eran parte integral de la vida humana y la racionalidad. Esa división posterior y el carácter tan innovador de sus propuestas condujeron a que sea uno de los mayores científicos desconocidos.

Alineación de cuásares -galaxias con agujeros negros supermasivos muy activos en sus centros

Frente al terremoto de Lisboa de 1755, Michell no arremetió contra la creencia en Dios, sino que explicó racionalmente cómo sucedían estos movimientos sísmicos y descubrió cómo calcular su epicentro para poder prevenirlos. Frente al mal, no se retrajo a ningún oscurantismo ni anti-intelectualismo, sino que encendió aún más la luz. En un mundo en el que la tecnocracia, la posverdad y el construccionismo han introducido la mayor fuerza de irracionalidad de la historia, se necesita la luz espiritual de John Michell para una nueva y profundizada Ilustración espiritual, y volver a ser juntos ciudadanos de la Razón.

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