JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“¿Y si también las religiones aparcasen recelos y uniesen sus voces para denunciar que lo que mueve al EI no es ninguna fe, sino una perversión?…”
Al contrario que el petróleo, la dignidad humana cotiza muy a la baja en Oriente Medio. Los terroristas del Estado Islámico (EI) cuidan con celo los pozos que van capturando en su avance por Irak y Siria mientras cometen las mayores barbaridades con las personas que encuentran a su paso, sobre todo si son cristianas o de alguna otra minoría religiosa que no sea árabe ni musulmana suní. Es una limpieza étnica y religiosa en toda regla.
La gente ya no puede aguantar más. Ayer un joven dijo que prefería morir a vivir sin dignidad. Estamos siendo perseguidos a causa de nuestra religión. Es difícil creer que esto suceda en el siglo XXI.
Es el grito de Maria Hanna, una dominica cuyo convento en Tel Kaif es ahora el cuartel general del EI en esa localidad. “Aunque es difícil tener esperanza en Irak” –comparte por carta a las superioras de la congregación–, no la pierde en que la escuchemos y ayudemos, a ella, a sus hermanas y a la gente a la que asisten en un campo de refugiados. Con la estación del frío a las puertas, tienen necesidad de todo, pero más que nada, de que no se las olvide.
Obama ha fraguado una coalición para combatir al EI. Pero ¿bastan las bombas para frenar este desafío? ¿Y si también las religiones aparcasen recelos y uniesen sus voces para denunciar que lo que mueve al EI no es ninguna fe, sino una perversión? Ya que reconociesen que ha sido alimentada por la torpeza de Occidente y financiada por países musulmanes bajo el manto protector de los EE.UU. y Europa parece más complicado…
El Papa no cesa de reclamar diálogo (sin desechar la defensa ante un agresor injusto) y Simon Peres propone crear una “ONU de las religiones” como freno a los iluminados de turno. De Francisco fue la iniciativa que reunió en el Vaticano a este y a Mahmoud Abbas para avanzar en el conflicto entre Israel y Palestina (luego demolido por los radicales de ambos lados). Pero ahora, toda la Iglesia debiera acompañar esos gestos con convocatorias públicas donde, de la mano de otros líderes religiosos, saliesen a la calle a pedir, en el nombre de Dios, el fin de tanta barbarie en nombre de la religión. Es cierto que hay líderes musulmanes que han dicho que los fundamentalistas del EI no son buenos musulmanes, pero aún hay demasiados que callan en las oraciones del viernes.
En el nº 2.908 de Vida Nueva
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