Dan Brown en Compostela


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Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“El robo del Códice Calixtino de la catedral de Santiago ha reverdecido por un instante las raíces cristinas de ateos confesos de una manera que ningún discurso europeísta de Juan Pablo II o de Benedicto XVI había logrado hasta ahora”.

Quién lo iba a decir, pero el robo del Códice Calixtino de la catedral de Santiago ha reverdecido por un instante las raíces cristinas de ateos confesos de una manera que ningún discurso europeísta de Juan Pablo II o de Benedicto XVI había logrado hasta ahora.

Es verdad que ese fervor dura lo que los fuegos de artificio que acompañan en Compostela la celebración del Día del Apóstol, el 25 de julio, pero hay que disfrutar de ese efímero momento en el que se les oye lamentar semejante pérdida “porque forma parte de nuestra identidad colectiva”.

Poco importa que hasta hace unos días, la mayoría de los gallegos y españoles ignorase que la catedral albergase (quizás para admiración de demasiados pocos) ese auténtico tesoro. Ahora que lo que parece un mal guión de Dan Brown les ha abierto los ojos, reconocen el dolor del extravío de un signo identitario que forma parte de un engranaje que trasciende lo religioso, que se ha convertido en la principal industria de la zona y que permite una convivencia próspera y pacífica entre quienes rezan al hijo de Zebedeo y aquellos que solo se sirven de sus reliquias.

Pero ese dolor no me ha impactado tanto como el del deán de esa catedral a la que le han chafado su 800º aniversario, un venerable anciano de 80 años de quien todos hablan bondades. Le veo en una foto, tras tragarse la cicuta de una rueda de prensa, con una sonrisa de circunstancias mirando un facsímil del Códice Calixtino como un padre mira el lecho vacío del hijo que ha partido para no volver.

¡Ay si pudiera dar marcha atrás, cuántas rutinas cambiaría ese buen hombre! Rutinas comunes a tantos cabildos, que siguen velando con criterios apolillados por un patrimonio que no es solo suyo. No basta armarse de buena voluntad para conservar un legado de fe e historia que ha de estar al servicio de la celebración y de la contemplación. Ni basta reclamar el respaldo que deben darles las administraciones para su cuidado. En la custodia, es necesario también un cambio de mentalidad que vaya más allá de cobrar la entrada para financiar la vigilancia.

En el nº 2.762 de Vida Nueva.

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