Colau le pone una vela a Messi


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

Circunspecta. O lo que es lo mismo, prudente ante las circunstancias para comportarse comedidamente. Así vi a la nueva alcaldesa de Barcelona tras el pitido final del partido de la Supercopa de España en el que cayó derrotado el equipo que lleva el nombre de la ciudad que le ha dado el bastón de mando. Ignoro si por dentro la consumía una pulsión azulgrana y hubiese deseado insultar al árbitro o al propio Piqué, por niñato.

Imagino que ver esa pasión tampoco le hubiese gustado a los periquitos del Espanyol, alguno de los cuales seguro que intuyó en Ada Colau cualidades como para votarla. En realidad, ese saber estar es lo mínimo que se le exige a un cargo público que va a un acto institucional en representación de y no como socio, holigan o devoto…

Quizás tras ese comedimiento latía en el corazón de activista de los derechos humanos el asco por tener que transigir con su cargo y asistir a un espectáculo lleno de imputados por fraude a Hacienda. ¡Qué gran ocasión, qué gran golpe de efecto para, con su no asistencia, dar un toque de atención sobre la necesidad de limpiar un deporte al que también salpica la corrupción!

Quizás se pasó el partido pensando en ello –¿me voy, no me voy…?–, y así la sorprendió el final del encuentro, indecisa ante las consecuencias de meter el dedo en el avispero pasional del fútbol, capaz de aupar a sus dirigentes a alcaldías y parlamentos y hacer de guardia pretoriana de sus ídolos ante los juzgados que les toman declaración por violencia machista o evasión de impuestos, que de todo hay.

Circunspección, sin embargo, que le ha faltado al tratar con la Iglesia. Es como si parte de los nuevos regidores hubiese estado años esperando este momento para ponerla en su sitio, porque no les gustase el que le siguen dando millones de ciudadanos, también en sus ciudades.

Retirar una misa de un programa de fiestas cuando estas pregonan el nombre de una Virgen o simplemente no asistir a ella “para adaptarla a la laicidad” es querer cambiar el mundo a golpe totalitario de bando sin pensar que para muchos aún es más importante que Messi.

No logrará mermar Colau la devoción por la Mercé ni cambiar la verdad histórica que la sustenta, aunque decepcione comprobar que quienes pregonan la nueva política vengan cargados de viejos resabios.

En el nº 2.953 de Vida Nueva

 

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