Desde el mismo momento de mi toma de posesión como Arzobispo Castrense de España, pude descubrir la “pasta” de la que estáis forjados los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Vuestra profesionalidad y entrega a la causa de la defensa de la integridad de España han hecho siempre de vosotros unos verdaderos guardianes de nuestra seguridad y concordia allá donde os encontraseis.
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La tradición militar española tiene una larga trayectoria de generosidad sostenida en el día a día por la espiritualidad de los valores castrenses que enlazan perfectamente con el genuino sentido cristiano: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Esa entrega de la vida que siempre he observado en las diversas necesidades y requerimientos de nuestra Patria es manifestación de vuestra fortaleza y reciedumbre que en tantos difíciles momentos en estos años hemos vivido juntos.
Situación nueva y desconcertante
En el hoy de ahora, cuando estamos en una situación nueva y desconcertante para cada uno de nosotros, vosotros, “gloria y gozo” (1 Tes 2, 20) nuestros, siguiendo esa noble tradición que os enaltece, no habéis dado la espalda a vuestra Patria, a vuestros hermanos y conciudadanos en esta pandemia mortífera que todos estamos sufriendo.
Con la prontitud que os caracteriza, os habéis puesto a disposición de toda España. Sin dudarlo, a riesgo como siempre de vuestras propias vidas y en detrimento de vuestro tiempo y familias. Desde las primeras autoridades hasta el último de los soldados, guardias civiles y policías, habéis olvidado vuestro bienestar para desplegaros con eficacia allí donde se os está requiriendo, abarcando en estos momentos más de ciento veintinueve ciudades y más de tres mil efectivos de nuestras Fuerzas Armadas. A ellos se suma la Sanidad Militar al completo, toda nuestra Policía Nacional y el entero Cuerpo de la Guardia Civil, que por desgracia cuenta ya entre su filas con tres nuevas heroicas bajas.
Trabajáis sin descanso allí donde sois necesitados y muchos otros, con ansia de corazón, esperáis, en casa o acuartelados, el momento en que se requiera sumar vuestra energía, preparación y valentía en la superación de esta situación trágica, pero no desesperada. Con mis capellanes, miembros como vosotros de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad, que desde el primer momento han permanecido en sus destinos para lo que nos pudieseis necesitar, os queremos dar las gracias por todo lo que estáis haciendo. Gracias por vuestra profesionalidad, por vuestra disposición y por vuestra generosidad, por vuestra abnegación, por vuestro amor a España y al hermano necesitado, que es la expresión más viva del amor a Dios.
“Rezamos por cada uno de vosotros”
En estos tiempos difíciles quiero haceros saber que, como siempre, seguimos rezando a Dios por todos y cada uno de vosotros y por vuestras familias como nos lo ha insistido el papa Francisco: “A la pandemia del virus queremos responder con la universalidad de la oración, de la compasión, de la ternura”. Esta llamada del Santo Padre la realizamos de una manera especial en la Eucaristía diaria, en la Liturgia de las Horas, en la Adoración al Santísimo y en otras prácticas de piedad cristiana. Así mismo, estando lo más cerca posible a nuestros fieles, atendiendo sus llamadas y respondiendo con audacia a las necesidades, en la medida que lo permiten las circunstancias.
Sabed que desde la capilla del último cuartel hasta nuestra Catedral Castrense no dejamos de celebrar la Santa Misa por los vivos y difuntos, emitidas muchas de ellas en distintos portales a los que podéis acceder desde la página web del Arzobispado.
“No estais solos”
No estáis solo en vuestra difícil misión actual. Los capellanes os han acompañado siempre y siguen estando a vuestro lado. Podéis seguir contando con ellos para cada una de vuestras necesidades. Sé perfectamente que las harán suyas y lucharán con denuedo por solucionarlas. Como padre y pastor, y en comunión con todos los fieles de este Arzobispado, rezamos por todos los que habéis sido infectados o tenéis que vivir la cuarentena en soledad, lejos de los seres queridos. Ofrecemos constantemente, “sin solución de continuidad”, sufragios por todos aquellos a los que esta pandemia ha adelantado el juicio misericordioso del Señor.
Muchos, con vuestros propios oídos, me habéis oído repetir en dolorosos actos militares, las palabras del apóstol Pedro: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy” (Hch 3, 6). Como vosotros, no poseo soluciones mágicas para la actual situación, pero sí la confianza absoluta en Dios, en su Hijo Jesucristo que murió y resucitó de entre los muertos, para que tengamos vida y “vida en abundancia” (Jn 10,10). Esta es nuestra esperanza, y sé que en ella confiáis y la experimentáis cada día.
Capellanes a disposición
Esta virtud esencial cristiana, y la presencia de unos hombres, bien formados en los valores castrenses, pueden serviros de ayuda, desahogo y apoyo ante las necesidades espirituales y materiales que podías experimentar en este tiempo calamitoso. Son vuestros capellanes, ellos mismos, los que se ponen enteramente, como “milites Christi” a vuestra disposición. Sabéis como localizarlos en cada Unidad, allí estarán.
No obstante, ante un momento histórico tan confuso he querido llegar a cada uno de vosotros independientemente de la lejanía o grado de aislamiento en que nos podamos encontrar, por eso he determinado:
- Hacer llegar a todos los Jefes de Unidad la escalilla que permite contactar con cualquier capellán allí donde os encontréis desplegados, y ante cualquier eventualidad podáis contar siempre con uno de ellos.
- Disponer, en caso de dificultad en su localización, de un correo electrónico y las siguientes líneas telefónicas 699550524, 620214049, 690340963 donde encontrar o gestionar esa asistencia espiritual tan necesaria.
- Ante la complicación de celebrar las exequias de todos aquellos que, mientras dure la situación actual hayan fallecido o lo hagan en los próximos días, víctimas del virus que nos acecha o de otras causas, garantizar la celebración de sufragios por su eterno descanso. Para ello podrán comunicar el fallecimiento en la página web de este Arzobispado desde donde se responderá con la fecha y hora de la celebración del mismo por su propio capellán u otro encargado al efecto.
Que la Virgen Inmaculada, Patrona de España, interceda por todos nosotros, nos libre de esta plaga mortal y pronto podamos gozar de la salud y paz en nuestra vida ordinaria. Que Dios os bendiga, os acompañe siempre, guarde a vuestras familias y la fuerza necesaria para seguir trabajando como hacéis a diario por España y sus gentes.