Ya hemos celebrado los cinco años del Papa Francisco en la sede de Pedro. Usando una imagen que ha quedado desactualizada por la tecnología podríamos decir que “han corrido ríos de tinta” recordando, de una manera u otra, este aniversario. Es difícil evitar el maniqueísmo instalado desde la prensa y no caer en la tentación de contabilizar los comentarios a favor y en contra, los elogios y las críticas; o recurrir a las encuestas sobre su popularidad en los distintos continentes o clases sociales, hablar de “éxitos” o “fracasos”. Más allá de todo ese ruido la misma voz del Papa, en Evangelii Gaudium, pone las cosas en su sitio: “el tiempo es superior al espacio” (E.G. 222).
Francisco explica el sentido de esa expresión: “Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo” (223). Desde esa perspectiva, hay que analizar estos cinco años que, más allá de su inmensa riqueza, son más importantes por los procesos que se han puesto en marcha que por los hechos concretos que pueden juzgarse como frutos o decepciones.
Resulta inimaginable suponer que un hombre que se ha convertido en referente global y que es tan crítico con la situación de injusticia que campea por el mundo, no fuera criticado desde muchos espacios de poder. ¿Qué buen cristiano no despierta en torno suyo polémicas y resistencias? Muchas más resistencias aún deberá enfrentar un Papa como Francisco, que dice las cosas con claridad y que cuando habla se le entiende. No se trata entonces de anotar puntos a favor y puntos en contra, lo que hay que hacer es mirar con perspectiva, desde cierta distancia.
Al comenzar el sexto año muchos se preguntan sobre los cambios iniciados, ¿tendrán continuidad? El mismo Papa responde: “Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno.” Cuando se prioriza el tiempo no hay retorno, lo contrario es darle prioridad al espacio y eso “lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos.” (223)
El Papa no se enloquece por ocupar espacios de poder, por ejemplo: a muchos sorprende cómo conserva junto a él a personas que claramente no comparten su visión de la Iglesia y el mundo. Él tiene la mirada puesta más allá: “Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos”. (223) Aquí hay una afirmación importante, hay que trabajar sabiendo que otros desarrollarán estos procesos que se están iniciando.
Con esa mirada amplia y generosa hay que mirar este sexto año que comienza.Es imposible medir a Francisco con la misma vara con la que se mide a los dirigentes políticos y sociales que se enloquecen por ocupar espacios; este Papa se mueve a otro ritmo y con otra mirada. Pero no hay que confundirse, no se trata de un estratega genial. Es solamente alguien que piensa y actúa desde ese punto de observación que ofrece el Evangelio de Jesucristo.