¿Cómo debe responder un rey?


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El día 3 de noviembre tuvimos la ocasión de ver unas imágenes nunca antes vistas: muchas personas de Paiporta –en la llamada zona cero de la fatídica DANA valenciana–encarándose con las autoridades que habían llegado a visitar la localidad y protestando por una visita que habría debido estar precedida por la del ejército y otras fuerzas que ayudaran a las tareas de limpieza de la ciudad. Las autoridades eran los reyes, el presidente del Gobierno –que acabó huyendo– y el presidente de la Comunidad autónoma. En mi opinión, a los reyes les honró su respuesta: acercándose a la gente a pesar de todo y dando la cara.



En la Biblia se cuenta que, en cierta ocasión, David tuvo que huir de Jerusalén porque su hijo Absalón había logrado dar un golpe de Estado contra él. Un individuo llamado Semeí le insultaba y arrojaba piedras contra él, acusándole de la muerte de los miembros de la familia de Saúl, el anterior rey. David se dirigió a sus acompañantes, que le instaban a que acabara con Semeí, y dijo: “Un hijo mío, salido de mis entrañas [Absalón], busca mi vida. Cuánto más este benjaminita. Dejadle que me maldiga, si se lo ha ordenado el Señor. Quizá el Señor vea mi humillación y me pague con bendiciones la maldición de este día” (2 Sam 16,11-12).

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Sin embargo, esta aparente actitud humilde de David esconde otras intenciones menos confesables. De hecho, cuando David sea anciano y esté a las puertas de la muerte, dará instrucciones a su hijo Salomón con respecto a Semeí: “Ahí tienes a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurín, que me lanzó atroces maldiciones el día en que yo iba a Majanáin, pero bajó a mi encuentro al Jordán y yo le juré por el Señor: ‘No te mataré a espada’. Pero tú no lo dejes impune; eres hombre avisado y sabrás qué hacer con él para que sus canas bajen ensangrentadas al Seol” (1 Re 2,8-9). En efecto, unos versículos más adelante leemos que “envió el rey [Salomón] a llamar a Semeí para decirle: ‘Hazte una casa en Jerusalén y vive en ella. No saldrás de allí ni a un lado ni a otro. Ten por cierto que el día en que salgas y cruces el torrente Cedrón, morirás y tú serás el responsable de tu muerte’” (vv. 36-37).

Sin rencor

Y así, un día en que Semeí salió de su casa en busca de unos siervos que habían huido, Salomón cumplió su palabra: “Entonces el rey dio instrucciones a Benayas, hijo de Yehoyadá, el cual salió y cargó contra él [Semeí] hasta matarlo” (v. 46).

Los reyes, como cualquier persona –máxime si desempeñan altas funciones–, deben responder ante las situaciones que se les presenten, sean buenas o malas, siempre dignamente, asumiendo su responsabilidad. Y, a ser posible, sin rencor.