JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Aunque la utilice como sinónimo de sentido común, Mariano Rajoy debiera desterrar el latiguillo “como Dios manda” para explicar las políticas que se va a ver obligado a sacar adelante…”.
Hay que agradecerle a Mariano Rajoy, elegido por goleada para reconstruir proyectos de vida y haciendas de un país al que ya se le notan las costillas, que no se avergüence de su fe católica.
Es cierto que no saliva con agua bendita (lo cual es de agradecer), pero no tiene reparos en confesar sus creencias, incluso entre los suyos, algunos de los cuales quisieron enterrar por vergonzantes las credenciales democristianas del partido. Aunque quizás hubiese sido lo más adecuado en una formación que aplaudió entrar en una guerra contra Irak con un ardor más propio de los cruzados, pese a la negativa explícita y rotunda de Juan Pablo II.
Tampoco es un dogmático (de ahí el “maricomplejines” con el que le asaeteaban desde la COPE episcopal no hace mucho, herida que aún supura) y, por eso, no le ha importado que sus dos principales colaboradoras (Soraya Sáenz de Santamaría y Mª Dolores de Cospedal) no superasen la prueba del algodón que utilizan algunos para dar entradas a las misas de la familia en la Plaza de Colón. Eso irritó a sus votantes de comunión diaria hasta el punto de que reclaman ahora un partido católico pata negra.
Pero, y aunque la utilice como sinónimo de sentido común, debiera desterrar el latiguillo “como Dios manda” para explicar las políticas que se va a ver obligado a sacar adelante.
Si ya fue utilizado para rechifla general el “yo no miento porque soy católico” con el que José Blanco trató de defenderse de las acusaciones en el “caso Campeón”, relacionar ahora las medidas de ajuste duro que se avecinan, que tendrán un impacto negativo en las personas, con lo que en realidad Dios quiere, es una asociación desafortunada que está siendo utilizada de manera denigratoria por alguna prensa.
Además de falsa, porque las políticas que se inspiran en el Evangelio ponen en el centro a las personas, mientras que el próximo tijeretazo sacrificará cuotas de bienestar y cohesión social para dar satisfacción a un mercado voraz y sin escrúpulos. Dicho esto, que Dios le ayude.
En el nº 2.778 de Vida Nueva.
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