El día 5 de enero –víspera de Reyes– entraba en vigor la ley que contempla a los animales como sujetos de ciertos derechos. Así lo contaba el diario digital Nius: “La ley 17/2021, de 15 de diciembre, entra este miércoles en vigor veinte días después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Modifica el Código Civil para adaptarlo a la verdadera naturaleza de los animales. La normativa también modifica la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, sobre el régimen jurídico de los animales, para que dejen de ser tratados como objetos”. Esta nueva ley considera a los animales no como “cosas”, sino como “seres sintientes”.
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Esto me da pie para traer a este espacio a algunos animales de la Biblia. No es la primera vez, ya que de algunos de ellos ya hemos hablado, como la serpiente del paraíso o los dragones. Un texto poblado de animales lo encontramos en el pasaje que se ocupa de los animales puros e impuros del libro del Levítico. Allí se mencionan “el camello […] el conejo […] la liebre […] el cerdo […] el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, el buitre, el halcón […] el cuervo […] el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán […] el búho, el somormujo, el ibis, el cisne, el pelícano, el calamón, la cigüeña, la garza […] la abubilla, el murciélago […] la langosta […] [el] saltamontes, [las] caballetas y [los] grillos (Lv 11,4-7.13-19.22).
De la serpiente del paraíso a la burra de Balaán
Algunos otros animales del bestiario bíblico, muy singulares, por otra parte, son, en primer lugar, dos que poseen la característica humana del habla. Es el caso de la serpiente del paraíso, ya mencionada, y de la burra de Balaán (Nm 22,22-35). Asimismo, en el primer libro de los Macabeos se menciona a los exóticos elefantes en trece ocasiones. Y en el libro de Job aparecen otros dos –el hipopótamo y el cocodrilo–, aunque ciertamente transformados (no hace falta más que leer las descripciones que se hacen de ellos): el hipopótamo está detrás de Behemot (Job 40,15-24), y el cocodrilo, tras el Leviatán de Job 40,25-41,26.
Curiosamente, en el bestiario bíblico faltan algunos animales que, sin embargo, son enormemente populares: el caballo del que es derribado san Pablo, la mula y el buey que están en el portal de Belén calentando al Niño y los camellos en los que montan los tres magos que vienen de Oriente.