La película
Hay una devoción, generalmente vinculada a la figura de la Verónica, que se centra en la Santa Faz de Cristo. Una imaginería que puede que contraste con la provocación que esperaba conseguir la reciente película ‘The book of Clarence’ presentando a un Jesús tan negro como el betún. En esta comedia de Jeymes Samuel, Jesús –como la mayoría de los ciudadanos que crucifican en Jerusalén– tiene piel morena y los únicos actores de tez blanca son los directamente identificados como colonizadores romanos.
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En la crítica a esta película, que aún no ha salido de los Estados Unidos, de Juan Carlos Rodríguez en el número 3.354 de ‘Vida Nueva’ leíamos al director explicando: “No miro a Jesús a través de una lente negra, sino de una lente, podríamos decir, mundial. La Biblia habla de piel del color del bronce bruñido y cabellos como la lana de cordero”, señala, mientras apunta a que Charlton Heston no es que es que tuviera unos rasgos muy egipcios… Dice el director que su ‘libro’ está “poblado de gente negra porque quería tener una historia que se pareciera al entorno en el que crecí”.
“Quiero que la gente de mi complexión vea esa película y tenga un punto de referencia visual con el que puedan identificarse cuando vean películas bíblicas, películas de la época, cuando ven a Jesús en la pantalla, y todo eso porque nunca tuvimos eso, ni una sola vez en 136 años de imagen en movimiento”, señalaba Samuel. De hecho, los premios Oscar han penalizado últimamente a películas –da igual que sean históricas o no– con actores excesivamente blancos…
La parroquia
Más allá de este debate hay representaciones de la Santa Faz que difícilmente se pueden racializar. Para muestra el hombre de la Sábana Santa, la parroquia del ‘Santo Volto’. Es interesante la representación que de este rostro hay en la parroquia que se levanta en Turín sobre los que hasta hace nada fueron las acerías de la Fiat. El templo del arquitecto Mario Botta, que por fuera mantiene la estética industrial de la zona –la torre con la cruz es una antigua chimenea adaptada– y fue construido entre 2004 y 2006 en un complejo en que también están las oficinas del obispado, presenta el rostro de Cristo de manera diáfana. En claro contraste con el exterior, la Santa Faz sobresale en el presbiterio ante una asamblea que parece encontrarse dentro de una gran tienda de campaña en la que los 700 puestos parecen estar integrados en el propio altar.
A pesar de la polémica –curas obreros por medio y con un referéndum de sacerdotes convocado por el cardenal Severino Poletto por medio– en torno al precio de la obra, 30 millones de euros, lo cierto es que los materiales principales no pueden ser más básicos: fundamentalmente ladrillos. Estos forman también, simulando los píxeles de una imagen, el rostro del hombre de la Semana Santa en un sutil relieve que si estuviera en una pared transparente se reflejaría suspendido sobre la ciudad. Fijar los ojos en Jesús es algo más que una posibilidad en este templo, incluso de forma más inmediata que en la propia catedral que custodia la Sábana Santa.
El siervo
“Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y vosotros me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a ver” (Mt 25,34-36). Este fragmento del juicio final introducía la sexta estación, la de la Verónica, en el Vía Crucis del Coliseo de 2023. A este texto respondía el testimonio de un “sacerdote religioso de la Península Balcánica” que señalaba: “La oración, repetida en el corazón, hizo maravillas. Y la Providencia llegó, bajo forma de ayuda y comida, a través de una mujer musulmana, Fátima, que logró llegar hasta mí abriéndose paso en medio del odio. Fue para mí como la Verónica para Jesús. Ahora, y hasta el final de mis días, doy testimonio de los horrores de la guerra y grito: ¡Nunca más la guerra!”
Más allá de paños y representaciones artísticas, el encuentro con Jesús configura en el creyente que se encuentra con Élen la oración unos rasgos que trascienden cualquier concepción previa de color de piel, del pelo o de ojos. En este Lunes Santo, con los cánticos del Siervo de fondo, comenzamos a contemplar a Jesús con toda la crudeza de su humanidad para comprender a fondo la divinidad del Resucitado al que la Iglesia contempla su rostro.