El pasado 11 de enero, el Vaticano anunció una serie de nuevos nombramientos en la Oficina de Prensa, como continuación a las salidas en Año Nuevo de los portavoces Greg Burke y Paloma García Ovejero. En total, se han creado cuatro nuevas posiciones incluyendo un “asesor senior” para el director de la oficina, dos nuevos “asistentes” y un “gerente”. Sorprendentemente, ninguno es italiano –dos americanos, una francesa y un peruano–. Dos hombres y dos mujeres. En general, son gente potente. Aunque revolver al personal de la Oficina de Prensa, se llamen como se llamen o sean los puestos que sean, no garantiza una reforma genuina.
Si este cambio es real lo veremos aquí:
- ¿Tendrá Gisotti y su equipo acceso directo a Francisco, sin tener que enfangarse en la burocracia de la Secretaría de Estado o, peor, la burocracia intransitable especialmente con Andrea Tornielli ocupando la dirección editorial? Los periodistas pueden olfatear la diferencia entre un portavoz que habla con confianza y desde el conocimiento, y uno que se le puede coger con la guardia baja o tiene que recurrir a algún superior. El primero, obviamente, tiene más credibilidad y es mucho más efectivo a la hora de transmitir el mensaje del jefe.
- ¿Tendrán los expertos de comunicación del Vaticano un sitio en la mesa cuando se corte el bacalao, en la toma de decisiones y en última instancia, el Papa les escuchará antes de tomar una decisión? Una historia corta para demostrar la importancia de esto: en 2009, el papa Benedicto decidió levantar la excomunión a cuatro obispos tradicionalistas, uno de los cuales tenía una historia de negación del Holocausto. El grupo de expertos del Vaticano, incluyendo al jefe supremo, se reunió poco después de anunciar esa decisión y su discusión estuvo dominada por el estatus canónico concreto que en el futuro detentarían dichos obispos y su Sociedad de San Pío X. Pues bien, en esa sala no estaban ni el portavoz en ese momento, el padre Federico Lombardi, ni siquiera el responsable de la relación con los judíos, el cardenal Walter Kasper. Resultado: una tormenta mediática y un desastre interreligioso que terminó con Benedicto enviando una carta a todos los obispos del mundo, pidiendo disculpas por la mala gestión del asunto. La pregunta es si esto cambiará con el nuevo equipo o se reducirá la comunicación del Vaticano a intentar desactivar bombas cuando ya se han lanzado.
- ¿Tendrá Gisotti (o el que sea director) el peso para mantener a raya a los pesos pesados del Vaticano? A menudo, los dolores de cabeza no los causan los canales oficiales de comunicación del Vaticano, sino un revoltijo confuso de otros personajes que la opinión pública admite como representantes del Vaticano –cardenales retirados, jefes de consejos pontificios, organizaciones o agencias–, muchos de los cuales periódicamente saltan por una cosa u otra. En 2010, por ejemplo, el secretario de Estado, Angelo Sodano, provocó una tempestad cuando se refirió a las quejas de las víctimas de abusos sexuales por parte del clero como “mero cotilleo” en la Misa del Domingo de Resurrección. Por aquel entonces, Sodano no era responsable de ninguna oficina, pero, no obstante, sus comentarios causaron cierta angustia al papado de Benedicto. La pregunta es si el portavoz del Papa será capaz de echarse a la cara a alguien como Sodano y decirle que se calle, o si el ciclo habitual de respeto al clero mayor impedirá que se haga lo que se tiene que hacer. ¿Estaría Francisco dispuesto realmente a respaldar a un laico frente a un cardenal a la hora de la verdad?
Si se cumplen estas tres condiciones, entonces un nuevo día amanecerá en la gestión de la opinión pública por parte del Vaticano.