La entrada
A medida que se va acercando el día de la Inmaculada se van conociendo más detalles sobre la apertura al público de la catedral de Notre Dame de París tras estos cinco años de restauración tras el incendio. Una de sus últimas novedades es el anuncio de una propuesta de la ministra de Cultura de Francia, Rachida Dati, de establecer “una tasa simbólica para todas las visitas turísticas a Notre-Dame” de cinco euros para sus visitantes. Explicando la propuesta en el diario ‘Le Figaro’ el pasado 23 de octubre señalaba que esta tasa permitiría recaudar unos 75 millones de euros al año que serían “un gran plan de salvaguarda del patrimonio religioso” de “todas las iglesias de París y de Francia”.
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Entre las reacciones ha estado la de la presidenta de la región metropolitana de París, Valérie Pecresse, para quien es una “muy buena idea”, recordando el pago sería para los “turistas” y no a los “fieles” que acuden a rezar, algo que la propia Dati tuvo que matizar en redes sociales subrayando que “los oficios deben por supuesto seguir siendo de acceso libre y gratuito”. Por otro lado, Guillaume Poitrinal, presidente de la Fondation du Patrimoine, se mostró “encantado” de que “por fin se tiene en cuenta la magnitud del peligro que corren nuestros edificios religiosos en Francia, con 5.000 amenazados en la actualidad”, según recoge ‘La Croix’.
La diócesis
Mientras, desde la Iglesia católica de entrada se ha rechazado esta propuesta. Ya en 2017 cuando surgió una propuesta similar, la Conferencia Episcopal Francesa defendió en un comunicado en que “aunque las catedrales forman parte del patrimonio cultural francés, son ante todo lugares de oración y culto, cuyo acceso debe ser libre”. Ahora, la archidiócesis de París se pronunció en la misma dirección el pasado 24 de octubre: “La misión fundamental de las iglesias es acoger, incondicionalmente y por tanto necesariamente de forma gratuita, a todo hombre y mujer, independientemente de su religión o creencia, sus opiniones o sus medios económicos”. Y es que, la ley de 1905 sobre la separación de la Iglesia y el Estado prohíbe cobrar derechos de entrada a las iglesias francesas. Y es que el cambio de esta ley podría abrir la puerta a un debate mucho más profundo que la entrada a Notre Dame.
Más allá de este requisito legal –que en el fondo es expresión del encaje del laicismo de la revolución francesa en la sociedad–, la diócesis de París advierte que “nunca se ha distinguido entre peregrinos y visitantes. Una separación física les privaría de la comunión entre todos que es la esencia misma del lugar”, si bien se mantiene abierta a que “se puedan explorar otras vías”. Y es que más allá de la catedral parisina en Francia hay unos 100.000 lugares de culto (incluidos los que ya no están activos), según recogía ‘La Croix’. Y es que la mayoría de estos edificios son “propiedad de los municipios en cuyo territorio se encuentran”, o del Estado.
Ahora bien, no todo es tan gratuito ya que se organizan conciertos, exposiciones y visitas guiadas por las que se paga, según recopila el periódico francés. También hay algunos extras: la basílica del Sacré-Coeur, en Montmartre, cobra 7 euros por subir a la cúpula y admirar París; la abadía del Mont-Saint-Michel cobra 13 euros para visitar el complejo, en la catedral Saint-Denis se cobran 11 euros por ver la necrópolis y las vidrieras; o la catedral de Chartres, que puede visitarse por 7 euros. Cerca de Notre Dame, la Sainte-Chapelle –que ya no tiene culto prácticamente– cuesta 13 euros.
Las casullas
En otro orden de cosas, en estos días hemos conocido gracias a los medios vaticanos, hemos conocido la nueva propuesta de vestiduras litúrgicas con las que volverá al culto la catedral parisina el 7 de septiembre, vísperas de las Inmaculada Concepción. Diseñadas por Jean-Charles de Castelbajac –quien ya diseñó las casullas de obispos y sacerdotes de la JMJ de París de 1997– quieres reflejar una “noble sencillez”. Está previsto que los paramentos se empleen hasta el día de Pentecostés, el 8 de junio de 2025.
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En la entrevista confiesa haberse inspirado el “renacimiento” del templo y en “la fuerza del color de las piedras, la delicadeza del color sobre ellas, el oro de los elementos sagrados” y “la luz que irradia de la Cruz, que estilicé en el signo de una cruz radiante”. “Ante el proyecto de Notre-Dame, tengo la percepción, no de un acontecimiento, sino de la eternidad. Tengo la idea de acompañar, con mi trabajo, a una Iglesia que transmite, que suscita una emoción para transmitirla a las nuevas generaciones. Estoy muy apegado a la idea de transmitir, a través de mis obras, signos de esperanza”, señalaba en otro momento. Hay tiempo, aunque ajustado, para despejar la polémica.