Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Comprar sin relacionarse con el otro


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Durante siglos, ir a la compra ha sido una excusa para la relación. Los mercados y las tiendas son lugares en los que nos encontramos con el otro. Cualquier intercambio que realizamos en ellos está basado en este encuentro entre las partes y en la confianza mutua que genera la compraventa. Comprar, vender, alquilar, prestar, recibir prestado, cualquier operación económica es el resultado de un encuentro entre personas que realizan una actividad común en la que ambos salen ganando.

Así, la actividad económica es una parte de nuestra vida en la que, como otras muchas, podemos establecer relaciones con otros. Pueden ser efímeras o mantenidas en el tiempo, pero la confianza, los beneficios mutuos hacen que veamos al otro no como un competidor o un oponente, sino como alguien con quien colaboramos para, a través de una acción común, lograr ambos nuestros objetivos económicos.

Sin embargo, en la actualidad muchos intercambios los realizamos sin ese encuentro personal: nos “relacionamos” con una máquina de autoventa en la que tecleamos nuestras preferencias, sabemos de los productos que nos venden por la información que hay en la estantería de un supermercado, compramos a través de la pantalla de ordenador y, últimamente, hasta pasamos nuestros productos por un escáner al salir de la tienda para acabar pagando con una tarjeta.

Compras

Y claro, los efectos de realizar una compra de una manera u otra son exactamente los contrarios. Si el contacto con la otra persona nos lleva a la relación, a la gratuidad, a la ayuda mutua, a la cooperación… El “encuentro” con la máquina incentiva el egoísmo, la sensación de que somos engañados, la búsqueda de nuestro propio interés. Una economía despersonalizada en la que no hay encuentro con el otro, nos lleva a reducir una parte esencial de nuestra existencia como es el contacto con el otro.

Imagínense si mi panadero me devuelve más de la cuenta, le diré inmediatamente que se ha equivocado y le daré lo que me devolvió de más. Si esto lo hace una máquina, ¿la sacaremos del error? ¿O nos aprovecharemos para tener una pequeña ganancia? Para construir una economía solidaria, precisamos del encuentro con el otro, que el intercambio sea una excusa para la relación y no una actividad individual que hago conmigo mismo.