Con el mazo dando


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Sabemos que la democracia no se endereza con un voto y sin embargo algunos pensamos que la iglesia sí se corregirá con un rezo. Tal vez pensemos que lo único que podemos hacer es rezar para que el padrecito actual resista las tentaciones o el próximo que nos manden sí nos salga bueno. Pero eso es incorrecto. La Iglesia es tarea divina y también realidad humana. Y no me malinterpretes: soy el principal partidario del poder de la oración. Es solo que estoy convencido de que es muy eficaz cuando nosotros mismos somos la respuesta a la plegaria que elevamos.

Sabemos que la vida parroquial no solo es palabra y devoción. Necesitamos también comunidad, servicio, liderazgo y corresponsabilidad. Ya que la corrupción no surge ni prospera por accidente, requerimos mucho más que ponernos a orar, si queremos que el abuso, el clericalismo y prácticas horrendas desaparezcan del Reino que construimos. Así que hay que entender a qué nos enfrentamos, forjar parroquias íntegras y renovar nuestra espiritualidad comunitaria.

La naturaleza del enemigo

Si queremos vencer, en primer lugar analicemos la naturaleza del enemigo. La corrupción no es un hecho aislado que afecta a unos cuantos individuos desviados de una organización. Pensarla así sería ingenuo e ineficaz.

Corrupción es la recurrencia de acuerdos encubiertos que sustraen recursos comunes en beneficio propio mientras se distrae y obstaculiza a quienes investigan o denuncian estos actos. Corrupción es robo y defraudación sistematizados. Cuando se perpetra el abuso a un menor: a) el acuerdo encubierto es forzado en el niño a través de engaños y amenazas que esgrime un familiar, coach, maestro o sacerdote; b) el recurso robado es la confianza depositada –en ocasiones sobre el sentido correcto de la fe-; c) las maniobras distractivas incluyen cariño disfrazado, autoridad funcional y múltiples excusas de contacto, que serían naturales en una relación sana. Como dolorosamente sabemos, la gente que abusa no son desconocidos aislados, sino gente de toda nuestra entera confianza.

Para combatir esta maraña, las soluciones puntuales no sirven. Nota que los perpetradores están perfectamente conscientes de su actuar, saben que actúan desde una posición de autoridad o confianza con el menor y con su círculo cercano. Además checa que estas personas no se van a detener por buenas intenciones ni pláticas sobre el deber-ser de las cosas. Es obvio que no pueden hacerlo, esta conducta se va a parar hasta que decidida y colectivamente le pongamos un alto. Se necesita un sistema para vencer a otro sistema. Necesitamos que nuestras parroquias, monasterios y hogares sean espacios inhóspitos a la corrupción, a través de diseñar e implantar un conjunto bien pensado de acciones.

Una preocupación pastoral clave

Pregunta al consejo pastoral de tu parroquia qué acciones específicas hay en marcha para mantener a salvo y proteger a nuestra niñez. Tienes derecho a saber, pues la comunidad es de todos y asegurar la seguridad de niños en catecismo, en los retiros, en su participación litúrgica y cualquier otro espacio donde ellos participen, tiene que ser una preocupación pastoral clave.

No te conformes con una respuesta vaga o que incluya una o dos acciones políticamente correctas. Inconfórmate si la respuesta es una simple invitación a “orar por nosotros”. El repertorio de acciones a implementar, al menos ha de atender capacidades y disposiciones de individuos, equipos de trabajo y estructura de funcionamiento parroquial. Hay cientos de iniciativas posibles que incluyen, revertir condiciones de deterioro, corregir situaciones incorrectas e instalar acciones preventivas para evitar que los problemas se presenten. Y en todas ellas es necesaria la actividad de la comunidad completa.

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Involúcrate y participa, pues las coaliciones por la integridad no se forjan solas, ni suceden espontáneamente. Desde la óptica de diseño de sistemas de trabajo, un sistema preventivo completo para tu parroquia ha de incluir: 1) Generar conciencia, interés y convencimiento sobre el tema, 2) Detallar los modos de proceder en nuestro trato con menores, 3) Gestionar proactivamente los recursos humanos que interactúan con niños, 4) Crear e implantar un marco cabal de faltas, delitos y sanciones, 5) Establecer mecanismos de revisión externa y 6) Manejar apropiadamente sistemas de documentación. Los ejemplos incluyen pláticas de protección a menores, procedimientos de seguridad en retiros, procesos de selección y control de confianza en miembros del clero, personal de la parroquia y voluntarios, reglamentos de ética y conducta, diseño diocesano para instalaciones seguras y registros detallados de denuncias e incidentes.

Si en tu parroquia no hay consejo pastoral, este es un momento ideal para crear uno. Este es un cuerpo consultivo que acompaña al párroco para identificar necesidades y deseos espirituales de la parroquia, definir planes específicos para alcanzarlos y supervisar que al ponerlos en marcha den los resultados esperados. Para ello, el mismo papa Francisco nos convoca al liderazgo laico activo en nuestras comunidades, cuando comenta que un párroco sin consejo pastoral corre el riesgo de llevar la parroquia con un estilo clerical, y que el clericalismo debe ser extirpado de la Iglesia. Si en tu parroquia no saben cómo crearlo, recurran al obispo de su diócesis.

Y al Señor orando

Los consejos pastorales suelen estar formados por gente muy comprometida con la vida espiritual de su comunidad. A veces, este elevado nivel de compromiso se traduce en fricciones y mal humor. Además, el trabajo por la integridad puede generar un ambiente de frialdad y suspicacia al interior de la comunidad, lo que tampoco es positivo. Ambas situaciones restan -en lugar de ayudar- al avance espiritual de nuestras comunidades. Así que necesitamos reforzar nuestro sentido espiritual colectivo. La plegaria individual no es suficiente, el rezo comunitario sobre las tareas de otros tampoco. Espiritualidad en nuestro propio quehacer colectivo, mientras lo vamos realizando.

Saltar a la acción sin unidad espiritual es delicado. El papa san Juan Pablo II, tenía esto clarísimo y nos invita a no ser impulsivos: “Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades… No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”. (NMI, 43)

Ni la suspicacia ni los formalismos construyen comunidad. La unidad espiritual es clave para el trabajo de todo consejo pastoral. Y esto es increíblemente sano en múltiples niveles. Conecta al párroco con los líderes laicos en una tarea común, alinea al grupo a la acción del Espíritu y renueva nuestra confianza en proclamar a Cristo, nuestra fuente de verdad, rectitud, paz y salvación (Ef 6, 11-20). En este punto es cuando hemos de aprovechar el conocimiento del Amor que nos une, e invitarlo proactivamente a que nos aliente e inspire a avanzar.

Así que adelante. Te invito a un liderazgo activo en tu comunidad. Con el mazo dando y al Señor orando.

Referencia: Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 43.