Es una de las advocaciones Marianas más veneradas, muchas pueden ser las causas, una de ellas es que la mitad de la población en México es católica y estamos hablando de 97,9 millones de mexicanos. Otra razón es la devoción a la Virgen María, como un rasgo cultural que identifica a nuestra nación, quien es mexicano sabe lo que es amar a su madre.
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Y entre tantas razones, hay una muy especial: se trata de la Virgen del Tepeyac, quien se le apareció por repetidas ocasiones a un indígena llamado: Juan Diego Cuauhtlatoatzin, quien tuvo la dicha de verle y escucharle. Fue un hermoso acto de amor que quedó estampado en la tilma (manta de algodón que llevan los hombres del campo, a modo de capa, anudada sobre el hombro) de aquel indito, quien se sentía poco valorado, casi sin derecho a llevar aquella encomienda.
Este hombre sencillo realmente no sabía que se encontraba frente a la puerta de la Evangelización, estaba en la antesala de algo que seguramente no podía imaginarse, una nación estaría atenta a las peticiones de la Madre de Dios y cada 12 de diciembre se conmemora aquella aparición en el “ayate” (tela de hilo confeccionada con la fibra del maguey que se emplea para cernir harina o para confeccionar bolsas) de Juan Diego.
Frente al manto de ‘La Morenita del Tepeyac’
Este año 2021, a diferencia del anterior en el que permanecieron cerradas las puertas al recinto Mariano más visitado en América Latina, abrió sus puertas para recibir a los más de once millones de peregrinos quienes viajan de los lugares más remotos de la República Mexicana. Cada uno de ellos con una fe inquebrantable, muchos de estos peregrinos vienen caminando, en bicicleta, en automóviles, danzando y algunos de ellos de rodillas.
Un día para mostrarle afecto, para cumplir con alguna promesa, para agradecer un favor recibido, es un día para cantarle a María Santísima y entonar sus tradicionales mañanitas. Quien no ha vivido este día tan especial en Basílica de Guadalupe, se ha perdido de una celebración de un colorido especial, del sincretismo y unión de culturas, donde el tiempo y el espacio coinciden en un lugar, pasado y presente.
Este año, hubo un dispositivo de seguridad impresionante, por primera vez no se permitió que los peregrinos pernocten en el recinto, como era su costumbre. Ahora, simplemente pudieron pasar frente a la hermosísima imagen grabada en el manto del indígena, ahora San Juan Diego y elevar una oración breve, ya que nadie podía detenerse frente a ella.
México es un país de contrastes, de enorme fe y sin duda de un amor puro y sincero para la Virgen María. El cual año con año lo demuestra al volcarse, literalmente en ese día dedicado a “La Niña Hermosa” a “La Estrella de la Mañana”. Es fascinante estar en ese bendecido lugar, no hay palabras para expresar tantas emociones que surgen frente al manto de ‘La Morenita del Tepeyac’, es un día tan especial y tan esperado por una enorme parte de la población, que la capital se colapsa, las avenidas presentan un tránsito inusual y México espera el momento de presentarle sus respetos a la Virgen de Guadalupe. Y a la llegada del recinto, podemos leer la siguiente frase: “No estoy yo aquí que soy tu Madre”.