Desde que se convirtió en el papa Francisco, Jorge Bergoglio se ha distinguido por provocaciones no usuales en pontífices anteriores. A fuerza de insistir en una renovación -¿reforma, revolución?- de la Iglesia Católica, ha expresado que busca una iglesia de puertas abiertas y en salida, que prefiere verla accidentada, manchada y herida por andar en las calles y plazas, que enferma por encerrarse.
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Junto a afirmaciones como esa, se ha distinguido también por el uso de neologismos. Precisamente, al hablar de una iglesia en salida, insistió (Evangelii Gaudium #24) en que los discípulos misioneros se involucran, acompañan, fructifican, festejan y primerean. Ha invitado, pues, a salir de nuestros universos comodinos, de nuestras zonas de confort, para ir al encuentro, en especial de quienes se encuentran en las periferias existenciales… y a ser los primeros en hacerlo.
Tales contenidos y conceptos han hecho que se enemiste con quienes desean que nada cambie, en especial con curiales vaticanos y algunos obispos, cardenales incluidos, que prefieren seguir instalados en su zona de confort, en el inmovilismo y la pasividad.
Pues Francisco de Roma nos acaba de regalar otra novedad terminológica: ‘indietrismo’ (del italiano indietro: hacia atrás). El pasado jueves, en reunión con la Comisión Teológica Internacional (CTI), hizo a los teólogos dos recomendaciones, y remató con una advertencia que incluye al nuevo vocablo referido.
En primer lugar, sugirió que se aumente el número de mujeres en la CTI, pero no porque esté de moda hacerlo, o porque sea políticamente correcto, sino porque piensan diferente y hacen que la teología sea “más profunda y más sabrosa”. Órale.
La segunda indicación es llamativa. Les pide a los teólogos ir más allá, abrir nuevos derroteros, embarcarse en rutas diferentes, explorar sitios desconocidos, en una palabra, arriesgarse. No se trata, entonces, y como pareciera que ha sido siempre el objetivo de la CTI, de frenar la investigación teológica, sino de impulsarla, respetando, sí la fidelidad creativa de la ‘Tradición’, pero adentrándose en otros horizontes doctrinales.
Y previene de un peligro: el ‘indietrismo’, cuya pretensión, más que no avanzar, es retroceder. Y es que el tradicionalismo sí quiere un cambio, pero para regresar a épocas preconciliares, es decir, para atrás. Asume la norma no sólo de que siempre se ha hecho así, sino de que antes se hacía mejor. Invita no al estancamiento, sino al retroceso: a ir ‘indietro’.
El tradicionalismo, remata Francisco de Roma, es la fe muerta de los vivos. Resucitemos a la fe, atrevámonos a avanzar en su reflexión, para vivir resucitados.
Pro-vocación
El pasado viernes 18, con motivo de la visita ‘ad limina’ de los obispos alemanes, se reunieron estos en Roma con prefectos de algunos dicasterios vaticanos. El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, moderó la reunión. El cardenal Ladaria manifestó a los prelados germanos cinco preocupaciones. Comento solo la tercera. Reprochó que, al leer los textos del Camino Sinodal alemán, daría la impresión de que en el tema de la sexualidad nada se salva en la tradicional doctrina de la Iglesia, y que todo debe cambiar. Yo creo que sí hay mucho de rescatable en este rubro, pero es todavía más lo que debe modificarse.