Benedicto XVI en su encíclica ‘Caritas in veritate’ (75) afirmó que “la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica”. Porque no podemos desligar la cuestión social de la manera en la que entendemos a la persona, del modo en que nos consideramos a nosotros mismos, en el que nos vemos y nos entendemos. Creo que Francisco tuvo muy en cuenta esta afirmación de Benedicto XVI cuando escribió su encíclica ‘Fratelli Tutti’.
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Porque en esta última encíclica Francisco combina de una manera magistral la necesidad de cambio social y cambio personal. Afirma que ambos se necesitan, se complementan y se refuerzan. No pueden entenderse el uno sin el otro, la sociedad las formamos las personas, cómo las organizamos depende de cómo entendemos lo que somos, lo que vivimos, lo que queremos, a lo que aspiramos. Por ello, lo personal va ligado siempre a lo social, porque son dos caras de la misma moneda, porque la cuestión social es también una cuestión antropológica.
Por todo ello Francisco enlaza la mejora de la organización social con la espiritualidad cristiana como esencia de la fe y de la vida plena. Porque articulamos la sociedad según la manera en la que nos entendemos a nosotros mismos. Francisco nos llama a la conversión de “nuestro corazón de piedra en un corazón de carne”. Porque todo tiene que evolucionar al mismo tiempo. No podemos pensar que el camino de mejora social está desligado del personal ni que uno esté por delante del otro, tenemos que apostar por ambos al mismo tiempo porque están íntimamente relacionados y se alimentan mutuamente.
Caminos de mejora social
Por eso Fratelli tutti analiza ambas partes, la llamada a la conversión personal y la llamada a la mejora social siguiendo, además, el esquema tradicional de la Doctrina Social de la Iglesia, una denuncia que adquiere su verdadero sentido por el anuncio que la sigue. No hay que olvidar que el anuncio es lo más importante de la DSI, transmitir la buena noticia del evangelio en clave de caminos para la mejora social. La denuncia de lo que sucede no tiene sentido si no viene seguida de un anuncio.
La encíclica considera que somos personas y sociedades ensimismadas (73 y 166) y autorreferentes (89 y 102) lo que nos lleva a una falta de caridad social en las relaciones que establecemos en nuestra sociedad. El origen de una organización poco compasiva está, precisamente, en esta autorreferencia, en ese mirarse al ombligo que tanto caracteriza a las personas hoy en día.
Por eso hace una llamada a la conversión personal recordándonos la existencia de una fraternidad que considera que todos somos iguales en dignidad, pero que reconoce y aprecia la riqueza de ser diferentes. La diferencia es una riqueza de nuestro mundo que nos permite crecer y aprender del otro, que nos ayuda a darnos cuenta de que todos somos hermanos.