JUEVES
Algunos blogueros y vaticanistas italianos se ensañan con la homilía de Francisco en el funeral de Benedicto XVI porque confiaban en una hagiografía que le otorgara ya el doctorado. Mateo González, que se las sabe todas, desmonta la tesis de un recelo papal mutuo: “A quienes suelen escuchar las homilías del papa Francisco en las grandes ocasiones no les habrá extrañado que la mención al pontífice emérito en la reflexión tras el evangelio haya sido tan sutil como profunda”.
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Nada de elogios gratuitos y sí citas escogidas de sus intervenciones y documentos clave. Quienes esperaban algo más desconocen que “es lamento general tras las canonizaciones que Bergoglio apenas ha hablado del nuevo santo o santa glorificado”. ‘Finezza homilética’, vista por Mateo.
VIERNES
Paseo por los alrededores del Vaticano. Siempre permite tomar la temperatura a los vaivenes de la Iglesia universal. Mucha sotana. Y no precisamente porque vayan a un acto que lo requiera. Como complemento, abrigo hasta los pies con cuello de terciopelo. Me cruzo a varios, todos cortados por el mismo patrón. Y no me refiero al abrigo. Dejándoles a ellos a lo suyo, en las monjas jóvenes que me cruzo, veo mayoría de rostros asiáticos. De Filipinas a Vietnam. Europa no es ni epicentro ni centro. Anótese para cualquier documento o toma de decisión.
SÁBADO
Me desvelan la respuesta que daba el cardenal Martínez Somalo cada vez que le elogiaban por su permanencia en el Vaticano: “Para sobrevivir en la Curia, tiene que parecer que estás muerto antes de que te asesinen”. En los tiempos que corren, se da un añadido. Si antes se estilaba mandar de una patada a Roma a quien estorbaba, como te descuides, vuelve ahora como un bumerán.
DOMINGO
En Roma se preguntan por el futuro de Madrid. Más pronto que tarde.
MIÉRCOLES
Rueda de prensa de la Infancia Misionera. Todavía me sigue sorprendiendo cada vez que una familia lo deja todo aquí para entregarse allá. “Siempre nos preguntamos cómo servir desde el Evangelio, convencidos de que otro mundo es posible”. Así es como Jaime Palacio, ingeniero industrial y educador, acabó con su mujer y sus hijos en Lagunas, en plena Amazonía peruana. Están de vuelta. “Hoy lo echamos de menos, porque me da la sensación de que en España estamos un poco locos”. Demasiado.