Los nueve cardenales que acompañan más directamente la inmensa tarea del Papa Francisco, han recurrido a una declaración para expresar “su pleno apoyo a la obra del Papa, asegurando al mismo tiempo adhesión y sostén plenos a Su persona y a Su magisterio”. No se trata de un tema menor, pone de manifiesto la gravedad de las tensiones que está generando la transformación que lleva adelante el Santo Padre.
Otras tensiones eclesiales se ven reflejadas en el excelente material que ofrecemos en este número de Vida Nueva sobre la relación entre la Iglesia Católica y los seguidores de Lefebvre. El tema central: la validez de conclusiones esenciales del Vaticano II. Sin dudas se trata de algo sobre lo que habrá que volver todas las veces que sea necesario. Que aún ésta sea una cuestión no resuelta y que los cardenales que acompañan al Papa tengan que hacer explícito su apoyo ¿pone de manifiesto un peligro o una incapacidad de la comunidad eclesial o pone de relieve su fuerza y su riqueza?
En tiempos en los que se pretenden imponer discursos únicos, la Iglesia se está convirtiendo impensadamente para muchos, en un espacio de notable tolerancia de las discrepancias. A diferencia de lo que ocurre en otras instituciones, estas tensiones son en la Iglesia expresión de vitalidad y renovación. No hay motivo para el miedo o el asombro: desde los tiempos de las primeras comunidades los cristianos han vivido su fe entre tensiones y conflictos.
En América Latina, la Teología de la liberación fue en su momento una fuente de incontables tensiones que se mantuvieron durante años. En los primeros días de febrero se desarrolló en Boston un importante encuentro de teología iberoamericana con los más destacados teólogos de habla hispana. Los temas giraron en torno a cuestiones referidas a la globalización, la exclusión y la interculturalidad. La mayoría de los participantes en el encuentro, y todos sus referentes más importantes, provienen de la Teología de la liberación, que en su versión más actualizada suele denominarse Teología del Pueblo. Simplificando un poco, esta nueva teología se caracteriza por sostener los mismos principios de la Teología de la liberación, pero excluyendo el “análisis marxista de la realidad”. El punto de partida de esta reflexión teológica son los pobres y la cruel exclusión a la que son sometidas millones de personas. Nadie en la Iglesia podría estar en desacuerdo, desde hace dos mil años ese debería ser el punto de partida de cualquier acción que merezca el nombre de “cristiana”. Nuevamente la pregunta: ¿por qué seguimos discutiendo esto?, ¿es acaso una carencia de la Iglesia que esta cuestión siga siendo objeto de debate? ¿O es precisamente su riqueza? La historia está demostrando que esa larga discusión teológica se ha convertido en una gran riqueza para toda la Iglesia.
Como estos hechos más recientes podríamos enumerar muchos más. En la fragilidad brilla la fuerza. El Papa Francisco compara a la Iglesia con un hospital de campaña después de una batalla, hay que atender las urgencias y curar los heridos. Y esa tarea debe ser realizada por médicos, enfermeros y enfermeras que también están en medio de la guerra y tienen sus propias heridas. Nadie puede ponerse en el lugar del que no necesita asistencia. Pero esto también es una manera de expresar que la extraordinaria riqueza de la Iglesia no consiste en ser una comunidad de perfectos sino de hombres y mujeres frágiles que avanzan en medio de dificultades y conflictos. Por eso mismo puede ser espacio de encuentro y pluralidad. Desde el fondo del Evangelio nos llega la consoladora voz del Maestro que no ha venido para los que están sanos sino para los que necesitan curación (cfr. Lc 5, 31).