Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Cronodelitos


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El tiempo vital de cada persona es el nuevo oro de la fiebre hipercapitalista de los nuevos megáricos del mundo. El filósofo Javier Bassas y la artista Raquel Friera exponen temporalmente en el Museo Reina Sofía una curiosa institución inexistente e imposible, en forma de oficinas imaginarias. En una amplia sala y el vestíbulo por el que se entra nos encontramos una crítica del tiempo convertido en producto de consumo, y un alegato en favor del tiempo suspendido. Sus contenidos conectan inmediatamente con las experiencias de cualquier ser humano que habite el siglo XXI.



La obra, titulada Instituto del Tiempo Suspendido (ITS) —incluye las siglas de un modo irónico, imitando el formato de tantos institutos e instituciones—, consiste en varios espacios vacíos en el que poder sentarse y pensar. Incluye una serie de libros y unos cuadros donde está escrito el articulado de la ley del tiempo. En esa ley del tiempo determinan cuáles son los cronodelitos: atentados contra el tiempo que deben ser perseguidos y castigados por el Departamento de Justicia Temporal. Toda esta ficción señala un problema de fondo.

Hubo un tiempo en que se buscaba la extracción de tiempo de trabajo de los trabajadores, dejando a mujeres y niños el tiempo privado del hogar. Los trabajadores podían también disfrutar su tiempo de ocio después del trabajo y los días festivos. Era un mundo partido a la mitad como un contrato: tiempo productivo y tiempo ocioso. Es más, los pronósticos sobre el futuro nos decían no solo que el tiempo de ocio crecería progresivamente, sino que podría llegar un momento en que constituyera la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, el siglo XXI nos ha traído otro escenario: el tiempo es devorado por la industria, el hipercapitalismo quiere todo el tiempo de cada sujeto. Las redes y medios de comunicación son descomunales industrias globales que convierten el tiempo de atención de sus consumidores en dinero. De ahí que usen tácticas propias de las máquinas de los casinos para crear adicción y que cada persona, de todas la edades y condiciones, gasten el mayor tiempo posible de sus vidas en sus pantallas y entornos virtuales.

Institutos Tiempo Suspendido

El problema es mayor: existe una programación social que marca nuestro tiempo poniéndolo al servicio del hipercapitalismo. Bassas y Friera critican esa situación que denominan crononormatividad. Esta instalación fue creada en el Museo de Arte Contemporáneo, MUSAC, de León en 2021 y se expone este año en el Reina Sofía. Ha llamado la atención porque señala un problema que da forma íntima a nuestras vidas y todavía no ha recibido la suficiente atención pública.

La solución de los creadores del Instituto del Tiempo Suspendido (ITS) proponen gozar del tiempo liberado de la utilidad productiva, fomentan el tiempo suspendido en el centro de nuestras vidas, promueven la vida contemplativa que rehúye el poder —por eso en realidad no es un instituto, sino un anti-instituto— y que abandona las posiciones del poder —por eso no es un instituto, sino un destituto o destituído—.

Refugios de tiempo liberado

Tomaba estas notas en mi nuevo diario ‘Todavía es mañana’ y pensaba que existen algunos espacios de tiempo suspendido que merecerían ser reconocidos como refugios de tiempo liberado, como es el caso de templos, museos o bibliotecas, pero incluso ellos están con frecuencia amenazados por el hiperactivismo y el análisis de la rentabilidad.

Nuestra legislación ha comenzado a proteger el tiempo de los trabajadores ante la invasión entrometida de los correos y los requerimientos del teletrabajo, pero el problema es tan profundo que necesita una reflexión todavía mayor. Existen muchos cronodelitos y las adicciones buscadas intencionalmente por los grandes negocios ocultos que son las redes sociales, deben estar en nuestro punto de mira. Es preciso una cronoliberación, liberar al tiempo de su maquinización capitalista.

Lo que subyace es nuestra propia comprensión del tiempo, que no es el reloj de una fábrica, sino nuestro modo de relacionarnos con lo eterno. El tiempo es oro, pero no está en venta.