El último
Ha concluido este domingo el 52º Congreso Eucarístico Internacional en Budapest, una de las citas pospuestas por la pandemia. El papa Francisco ha clausurado esta cita al comienzo de su última gira que ha reunido durante una semana a un buen número de delegaciones nacionales y fieles húngaros. Una celebración que, en lo litúrgico, supone una de las despedidas del ceremoniero pontificio –a quien el propio papa Francisco consagrará como obispo el próximo 17 de octubre– y en la que resuenan algunas de las voces críticas del motu proprio ‘Traditionis custodes’.
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Ante este panorama Francisco ha hecho una reivindicación del sentido profundo de la misa para los creyentes. “La Eucaristía está ante nosotros para recordarnos quién es Dios. Podemos añadir mucha ceremonia, pero el Señor permanece allí, en la sencillez de un Pan que se deja partir, distribuir y comer. Para salvarnos, se hace siervo; para darnos vida, muere”, ha señalado en la homilía. “Jesús no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía”, advertía poco después en la misa celebrada en la Plaza de los Héroes de Budapest.
“Nos hace bien estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios.Dediquémosle tiempo a la adoración. Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos”, señalaba el Papa conectando con la mejor tradición de Teología eucarística. Para Francisco, seguir a Jesús “es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano. Hacia allí nos lleva la Eucaristía, a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás”, es dejar “que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme, como transformó a los grandes y valientes santos”.
El primero
La ciudad francesa de Lille, tradicional centro universitario y del comercio de Flandes, fue el lugar donde del 28 al 30 de junio de 1881 se celebró el primer Congreso Eucarístico Internacional. Poco antes en 1879 el papa León XIII había creado el Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales. Francia ya tenía cierta experiencia en la organización de estos congresos con un alcance más reducido gracia a algunos laicos que desarrollaron algunas de las iniciativas eucarísticas de san Pedro Julián Eymard. Así conseguirían la bendición papal como impulso necesario para organizar una serie de actos en torno al lema: “La eucaristía salva el mundo”. Para los organizadores la renovación de la fe en Cristo, presente en el sacramento eucarístico, era “el remedio a la ignorancia e indiferencia religiosa”.
En la comercial Lille había el dinero para organizar un gran acto de piedad que concentró en el aula magna de la Universidad Católica de Lille a 363 delegados de 7 países participantes: Francia, Bélgica, Italia, España, Austria, Chile y México. Se organizaron 6 sesiones especiales de estudio para los sacerdotes, religiosos y los bastantes laicos que acudieron. El cardenal Ruggieri fue el legado papal en unos ritos que estuvieron presididos por el obispo auxiliar de Cambrai, Henri Monnier, llegando a concentran a un millar de fieles en los actos vespertinos.
El momento central del congreso fue la procesión eucarística, a la que asistieron más de 4.000 fieles según las crónicas más cautas de la época. Una procesión que se llevó a cabo en el interior de las mayores iglesias de Lilli, al haber prohibido el estado francés salir a la calle. “¡Propaguen el fuego celeste que Cristo ha traído a la tierra y que quiere encender por medio de la Eucaristía!”, fue uno de los mensajes que conoció León XIII cuando se enteró de los éxitos de este primer congreso. Los organizadores quedaron tan asombrados de esta forma pública de devoción a la eucaristía en un mundo que comenzaba a vivir cambios significativos que se comprometieron a repetir cada año aquello que se había vivido en aquello tres días de junio en Lille. Se veía que un congreso así podía ser una potente arma evangelizadora en los lugares que más necesitasen el anuncio del Evangelio.
Entre Lille y Budapest han pasado 140 años. Dicen los estatutos del comité pontificio del ramo que su objetivo es “hacer conocer, amar y servir cada vez más a Nuestro Señor Jesucristo en su Misterio Eucarístico, centro de la vida y misión de la Iglesia para la salvación del mundo”. Mientras llega la cita de Quito en 2024, toca seguir llevando la eucaristía a la vida y la vida a la eucaristía.