Cuando despertaron los obispos, la crisis todavía estaba allí


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“la Iglesia no tiene soluciones para la crisis, pero desde luego sí que debería haber tenido una palabra de sentido sobre lo que estaba –y está– pasando…”

Este título, versión libre del celebrado microcuento de Augusto Monterroso, podría servir para dar cuenta de que, por fin, la Conferencia Episcopal Española (CEE) se ha puesto manos a la obra en la elaboración de un documento sobre la realidad social actual. Vamos, el famoso “documento sobre la crisis”, tantas veces demandado por grupos cristianos –y también varios obispos– y otras tantas veces soslayado o maquillado con notas insuficientes o que llevaban efectos colaterales, como aquella Ante la crisis, solidaridad [ver íntegro], en la que se utilizó la dramática situación económica para acabar dando otro tirón de orejas a los nacionalismos.

¡Qué importa que la CEE acometa esa necesaria reflexión ocho años después de que estallara esta crisis, que no solo es financiera, económica, social, política e institucional, sino de cambio de época! Da igual que nuestro país, sin salir aún de su propio agujero negro, pueda encadenar la voraz oscuridad que trae consigo la ralentización económica de la zona euro. Lo importante es que, aunque con los fórceps facilitados por el papa Francisco, se va a dejar de mirar para otro lado, por miedo a molestar a unos políticos de los que se esperaba conseguir algún rédito, aunque fuese a costa de morderse la lengua.

Este documento – que se estudiará en la Plenaria de noviembre y que se le ha encargado a Omella, el mismo que no salía de su asombro cuando en la presentación de la Declaración sobre la crisis moral y económica, el entonces portavoz de la CEE se extendía en reflexiones sobre la retirada de crucifijos, el aborto, los movimientos provida o la JMJ– ya no será de mínimos. La reflexión está abierta y no hay líneas que no se puedan cruzar. Como en este Sínodo, se puede hablar de todo, como pide el Papa. La Iglesia no crea los problemas cuando los denuncia, decía Díaz Merchán. Y, añado, no es profética cuando los ignora. Y parece que este será el espíritu. Ya sabemos –ha sido un mantra todo estos años en Añastro– que la Iglesia no tiene soluciones para la crisis, pero desde luego sí que debería haber tenido una palabra de sentido sobre lo que estaba –y está– pasando, y de consuelo para quienes están siendo arrollados por estos tiempos tan de fin de ciclo.

En el nº 2.912 de Vida Nueva

 

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