Apagar el despertador, abrir la ventana, levantarse y esas pequeñas cosas que parecen tan insignificantes, cuando estamos enfermos son casi imposibles de realizar. Un ligero dolor o una gripa hacen que esas cosas tan elementales, se conviertan en una acción de enormes dimensiones. La salud es un don que se debe valorar, cuando falta, la vida comienza a volverse lenta, con muy poco sentido y especialmente se debilita nuestra pasión por todo aquello que nos motiva; estar enfermo también es un acto de aceptación, poco se puede hacer.
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La espera de una mejor salud es todo lo que se anhela, si la falta de salud va acompañada de dolor, la situación se complica y la desesperación se instala en nuestras vidas. Aún recuerdo las palabras de mi padre mientras sostenía con sus manos ese plástico blanco que habían introducido en su garganta, un proceso llamado traqueostomía permanente, se hace una abertura en la tráquea.
Entonces se inserta un tubo (cánula) en la tráquea a través de la abertura la persona respira usando la cánula. Nos decía: -Quiero que me quiten esto, es muy molesto. Lo que mi padre no sabía, era que ese tubo lo iba a acompañar por el resto de su vida. Tan solo imaginar esa sensación en su garganta me hace comprenderlo cada vez más en el dolor e incomodidad que sintió.
Sin embargo, eso nunca le restó ni fuerzas, ni ganas de vivir, mi padre luchó por su vida hasta el útimo momento y para expresarlo de la mejor manera, lo hizo hasta su útimo aliento. Así que, desde este espacio de reflexión, quiero invitarles a que seamos más empáticos con nuestros hermanos que están enfermos, quienes están buscando esa mejora en sus vidas o aquellos que desean sentirse bien; la enfermedad nos cambia los planes y prioridades, ajusta nuestros sueños y nos recuerda que somos vulnerables.
Una oración por los enfermos
Los hospitales me hacen reflexionar que muchas veces ahí comienza y termina la vida, es en un hospital donde se dictamina la sentencia: sano o enfermo, vida y muerte. La esperanza y la fe durante la enfermedad deben ser nuestros pilares esenciales para mejorar y así tener una actitud positiva frente a lo que nos espera, de ello puedo dar testimonio acerca de lo que mi padre tuvo que vivir, ya que cada respiración era difícil de hacer y de eso dependía su supervivencia.
Las pequeñas cosas que nos quita la enfermedad, son los grandes acontecimientos que hacen de nuestra existencia algo único y maravilloso; beber un té, tomar una ducha, saborear algún platillo, conversar con alguien, salir a caminar, orar. Todo lo anterior se vuelve tan complejo y se dificulta en ocasiones por la enfermedad, es una situación que nos impide disfrutar la sencillez de la vida.
Elevemos nuestra oración por quienes llevan mucho tiempo enfermos, por aquellos hermanos que aún no se han podido recuperar o ya no podrán hacerlo.
“Yo soy el Señor, que les devuelve la salud” Éxodo 15,26. Por eso podemos tener toda confianza cuando acudimos ante Él, para llevarle nuestras peticiones de salud física, emocional o espiritual. Seámos empáticos, tratando de entender ese proceso en el que se encuentran y dediquemos nuestra atención y paciencia, que un día, seremos nosotros quienes nos encontremos en esa situación.