Hace unos días, Donald Trump ha hecho unas declaraciones verdaderamente desmoralizadoras con respecto a Ucrania: poco menos que ha acusado a Volodímir Zelenski de haber empezado la guerra. Según los opinadores, parece que la idea que tiene Trump en la cabeza, coincidente con la de Putin, es declarar la ilegitimidad de Zelenski, acusándole de no haber convocado elecciones (¡elecciones en plena guerra!). De esta manera, si sale elegido otro presidente de Ucrania más proclive a los intereses rusos y norteamericanos en unas futuras elecciones, podrá llegar la tan deseada paz. Una paz, por supuesto, que no sería tal, porque sería profundamente injusta.
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En todo caso, el hecho se parece mucho a un caso que documenta el texto bíblico. Hay que situarse en el siglo VIII, en la llamada guerra siro-efraimita, cuando los reinos de Israel y de Damasco se aliaron para atacar a Judá y tratar de que el reino del sur se uniera a ellos y así pudieran sacudirse el yugo asirio, que tenía sometidas a todas las tierras del Próximo Oriente. Así lo cuenta el profeta Isaías: “Cuando reinaba en Judá Ajaz, hijo de Jotán, hijo de Ozías, subieron a atacar Jerusalén Rasín, rey de Siria, y Pécaj, hijo de Romelías, rey de Israel, pero no lograron conquistarla. Se lo comunicaron a la casa de David: ‘Los arameos han acampado en Efraín’, y se agitó su corazón y el corazón del pueblo como se agitan los árboles del bosque con el viento” (Is 7,1-2).
La idea de sustituir a Ajaz como rey de Judá por otro rey que estuviera de acuerdo con los planes de Israel y de Siria está plasmada con claridad en el v. 6: “Marchemos contra Judá, aterroricémosla, entremos en ella y pongamos como rey al hijo de Tabeel”.
Es en este contexto en el que el profeta Isaías pronuncia el famoso oráculo del Emmanuel, como forma de transmitir a Ajaz que cuenta con el apoyo del Señor y que la amenaza septentrional se disipará: “Mirad: la joven [probablemente la reina] está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Comerá requesón con miel, para que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien. Antes de que el niño sepa rechazar el mal y escoger el bien quedará abandonado el país cuyos dos reyes te infunden miedo” (vv. 14-16).
Deportaciones
La historia nos dice que, al final, Asiria invadió Siria e Israel y sometió a tributo a Judá, aunque no la conquistó y pudo subsistir hasta que Asiria cayó ante el poder babilonio, que fue el que conquistó Judá en el siglo VI, haciendo deportaciones en los años 598, 587 –probablemente la más importante– y 582.
No sabemos qué ocurrirá con Ucrania, pero todo pinta fatal: una injusticia más en el mundo que nos ha tocado vivir.