Los hoteles que se construyen a toda marcha y los barcos cruceros que se pueden observar desde el malecón son los cambios más notables que ha producido el acercamiento Cuba-Estados Unidos en este 2016. Además, el nuevo régimen de propiedad inmobiliaria le está cambiando la cara a las fastuosas construcciones de la era de Batista, que durante los años de la revolución se habían avejentado.
Pero cuando se propone el tema en la calle, en los restaurantes o en sitios de reunión es evidente que esos cambios se ven llegar con temor y que no son tan positivos como aparecen en las crónicas internacionales.
“¿Sabía, usted -dice mi interlocutor-, que el mercado de la cocaína ha aumentado desde que comenzó la ola turística? Además ya se han comenzado a desplegar afiches y mantas en las calles y vitrinas con anuncios comerciales. Nos han vendido el cambio como una reactivación de la economía; pero no es solo eso, sino la desaparición de uno de los aportes culturales de la Revolución: el sentido y la práctica de una vida austera”.
Como los anteriores interlocutores, este sacerdote no quiere ver publicado su nombre. Muchas cosas han cambiado en la isla, pero el miedo a enemistarse con el poder sobrevive. Acabo de leer a Orlando Márquez, de la revista Palabra Nueva, de la arquidiócesis de La Habana. El periodista me contextualiza: la lucha contra la religión comenzó en 1965; sin embargo, esto ha comenzado a cambiar.
La Iglesia cubana ha entendido que no está para combatir gobiernos ni para sostenerlos, sino para hacer visible el Reino de Dios
“No es verdad que la isla sea comunista”, me dijo un párroco mientras se servía una generosa porción de fríjoles negros. “A pesar del trabajo educativo del Gobierno, no ha desaparecido la creencia religiosa en Cuba”. Alude este sacerdote a la persistente campaña para dar una formación atea y científica a la niñez y la juventud. Escribe el profesor de la Universidad de La Habana, Maximiliano Trujillo: “esa política fue una fuente de exclusión de individuos con una cosmovisión distinta a las del marxismo-leninismo, lo cual atentó contra la unidad nacional y generó una falsa unanimidad”.
La tensión provocada por esta política se redujo cuando en 1986, en el Encuentro Nacional Cristiano, la Iglesia aceptó una concordancia en los objetivos fundamentales en el campo de la promoción social. El gobierno revolucionario “dio signos de reconocer el valor y vigencia de la Iglesia”, agrega el profesor Trujillo.
Las visitas papales, la de Juan Pablo II en 1998, la de Benedicto XVI en 2012 y las recientes del papa Francisco junto con sus gestiones para romper el cerco tendido alrededor de la isla, han contribuido a un cambio significativo.
En una reunión de grupo propongo la hipótesis de un nuevo clima para la religión en Cuba.
– No es tan claro -me dice un laico vinculado a tareas pastorales en su diócesis-. Se mantiene la tensión creada por un régimen que de un año para otro no ha dejado de ser autoritario y convencido de que sacerdotes y obispos son unos potenciales aliados del enemigo capitalista.
– El Gobierno mantiene control sobre las escuelas y sobre los medios de comunicación -añade una catequista de Cienfuegos-. Aquí están muy bien vigilados los caminos que llevan a la conciencia, de la que ellos pretenden ser los únicos maestros.
Alguien aporta otros datos: sacerdotes extranjeros que han entrado a la isla no como sacerdotes sino como maestros y como tales figuran en los registros oficiales.
Sin embargo, la realidad no es tan oscura: mis interlocutores son directores de medios periodísticos de por lo menos 15 diócesis cubanas y, al oírlos, percibo que este es el gran cambio que se está operando: la multiplicación de los medios de comunicación dedicados, no a combatir el Gobierno, como sucedía en el pasado, sino a anunciar el Evangelio, que es un cambio que se ha dado en la Iglesia y que asegura una línea directa con la conciencia del pueblo cubano. ¡Todo un cambio! En una Iglesia que ha entendido que no está para combatir gobiernos ni para sostenerlos, sino para hacer visible el Reino de Dios.