La guerra es una de las situaciones más terribles que la humanidad haya conocido (y producido). En su nombre se llevan a cabo y se pretende justificar los mas terribles excesos y actos de lesa humanidad.
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Hay guerras que duran años y guerras que incluyen apenas unas cuantas batallas; las hay militares, diplomáticas y hasta las llamadas “guerras frías” en las que sin ataques explícitos se mantienen los ambientes de hostilidad, de miedo y de declarada “otredad” (entendida como incapacidad de ver en el otro a un hermano o un prójimo; la decidida vehemencia de verle siempre como distinto, peor y peligroso).
Imagino que habrá eruditos que consideren que la ocupación militar ya no es estrictamente una guerra sino el fruto de una; después de todo el estatus de ocupación militar implica que alguien ha ganado ya, y otro ha sido derrotado y si no del todo despojado de sus territorios y derechos, sí sometido por la fuerza a la administración y la voluntad del adversario. En el caso particular de los territorios Palestinos, me atrevo a disentir; esta ocupación existe en una situación activa y diversificada de guerra, y el conteo de víctimas que comenzó en 1947-1948 (¡Hace ya más de 7 décadas!) sigue en acelerado aumento.
Quizás uno de los aspectos más terribles de la guerra es que, con el tiempo, seguimos viendo números y olvidamos que representan personas, sueños, vidas… hermanos nuestros. En nuestro caso, nuestros alumnos y nuestros compañeros.
La Universidad de Belén
En 1964, S.S. Pablo VI se convirtió en el primer Papa en visitar la Tierra Santa desde San Pedro. A la hora de partir, dejó con su despedida, una pregunta: “¿Qué puede hacer el Papa por el pueblo palestino?”; pronto se organizaron grupos de reflexión y discernimiento entre las comunidades cristianas locales y se enviaron al Papa tres respuestas: un centro ecuménico, donde las distintas religiones tuvieran espacios de diálogo, encuentro y construcción de fraternidad y mutua comprensión; una escuela para niños con discapacidad auditiva, frecuente en la sociedad local; y una universidad, particularmente una para la formación docente, pues en ese momento no existía ninguna universidad en Palestina. En su generosidad, la Santa Sede respondió facilitando y promoviendo el establecimiento de las tres; tres instituciones que siguen sirviendo a la sociedad Palestina: El Centro Ecuménico Tantur (Administrado por la Universidad de Notre-Dame en EUA), el Centro Educativo Effetá para niños con discapacidad auditiva, y la Universidad de Belén.
Cuando la guerra se viste de cotidianidad
Así, la Universidad de Belén inició sus labores en el año de 1973 con apenas 112 alumnos matriculados y crecería hasta ser hoy la casa de estudios de 3360 alumnos distribuidos en 6 facultades (Ciencias, Humanidades, Educación, Enfermería y Ciencias de la Salud, Administración de Negocios y Hotelería y Turismo). El camino, sin embargo, no ha sido fácil.
En 12 ocasiones distintas, la Universidad se ha visto forzada a cerrar sus puertas debido al conflicto Israelí-Palestino. En la más extensa, el cierre duró tres años y aunque no fue posible admitir nuevos alumnos durante ese período, la comunidad de la universidad se organizó para enseñar en clases clandestinas, en casas particulares y grupos reducidos, hasta asegurar que todos los alumnos que estaban matriculados en el momento del cierre, lograran graduarse.
La situación de la ocupación militar bajo la que vivimos es muy compleja; no me alcanzaría el espacio de esta pieza para explicarla con justicia y tampoco es el objetivo que nos ocupa. Baste decir por ahora que la Universidad se encuentra en la ciudad de Belén, en los territorios palestinos de Cisjordania (West Bank), pero el 56% de nuestros alumnos vienen todos los días desde Jerusalén, un trayecto de 8 kilómetros que debería poder recorrerse en 15 minutos pero que a causa del muro divisorio y los puntos de control militar puede llevar una, dos, o más horas en cada trayecto. Una de nuestras alumnas nos comparte su experiencia diciendo: “Prefiero salir de mi casa con la identificación en la mano. Muchas veces los soldados les han disparado a palestinos que buscaban su credencial en las bolsas con la excusa de que creyeron que iban a sacar un arma. Prefiero no arriesgarme y llevar mi credencial en la mano durante todo el trayecto pues no sé cuántas veces vamos a ser detenidos y revisados”.
Viviendo bajo ocupación, algunos de nuestros alumnos no tienen permiso para llegar a la playa o para ir a visitar Nazaret a pesar de que, siendo cristianos, pueda ser un sueño hacerlo. Hemos tenido alumnos cuya primera visita a Galilea y al mar tuvo que ser en Galilee, New Jersey, USA durante una experiencia de intercambio.
Hacemos grandes esfuerzos para dar a nuestros alumnos una perspectiva amplia del mundo, la vida y sus posibilidades, pero no es sencillo. En muchas ocasiones nuestros muchachos están inscritos en torneos deportivos o eventos académicos internacionales y a la hora de los viajes, no reciben los permisos para usar el aeropuerto de Tel Aviv o para salir del país hacia Jordania y volar desde Ammán. En otras ocasiones, el permiso nos llega autorizado, pero tres días después de la fecha del vuelo. Así, en el sistema de la ocupación aparece que lo aprobaron, pero la participación real, no pudo darse.
Cuando trabajé en México era estricto con la puntualidad y la asistencia como medio de formar buenos hábitos en mis alumnos; que un alumno no estuviera en clase era simplemente un tache en el registro mientras no se nos reportara que estaba enfermo o había sucedido algo extraordinario. Aquí, un alumno ausente genera incertidumbres y preocupaciones: ¿lo habrán detenido? ¿arrestado? ¿herido? ¿matado?… y no pretendo dar la impresión de que en este conflicto sólo hay agresión y violencia de un lado; ciertamente la hay de los dos y terribles cosas han sucedido y siguen sucediendo originadas en uno y otro bando, pero el conflicto es dolorosamente desigual; un país pobre con poco reconocimiento internacional, sin ejército ni derecho a formar uno, contra una de las grandes potencias económicas, militares y de inteligencia del mundo, respaldada por la acción o la inacción de las superpotencias. El caso es que al día de hoy (Junio 25) en 2022, 73 palestinos han sido asesinados; 15 de ellos, niños.
Construyendo una Cultura de Paz
El conflicto Israelí-Palestino no es solo un conflicto histórico sino uno vivo y activo. Puedo afirmar sin dudarlo que el 100% de mis alumnos y compañeros de trabajo han sido afectados y son afectados directamente por la situación en que vivimos y que el 100% de ellos tiene familiares cercanos que han perdido su casa, su libertad o su vida por esta situación.
Los Hermanos De La Salle tenemos aquí 4 escuelas y una universidad. Tres de las escuelas están en el otro lado del muro y están abiertas a recibir, por supuesto, a todo alumno que quiera venir a ellas; nuestra escuela de Jaffa efectivamente tiene alumnos tanto cristianos como judíos y musulmanes matriculados. La escuela y la universidad de Belén, sin embargo, estando de este lado del muro, no son accesibles para la población judía pues existe una ley que hace ilegal para los ciudadanos israelíes cruzar hacia Cisjordania.
De cualquier modo, nuestro alumnado se compone en un 76% por musulmanes y un 24% por cristianos. Siendo la única universidad católica de la Tierra Santa, podría parecer al lector que 24% es un número muy bajo pero, consideremos que en la sociedad en general, tanto en Palestina como en Israel, el número de cristianos no alcanza ya el 1.5%. Así, la cantidad de alumnos cristianos con la que contamos es suficientemente grande para dar a nuestros alumnos cristianos la oportunidad de fortalecer, experimentar y celebrar su identidad cristiana, de participar del grupo juvenil, de organizar sus retiros, eventos, oraciones tipo Taizé y encuentros varios; pero también es un número suficiente para que nuestros alumnos musulmanes, algunos provenientes de ciudades o pueblos sin población cristiana, se encuentren y convivan, a veces por primera vez en su vida, con cristianos, y descubran su identidad común como jóvenes y como palestinos. Encontrarnos, vernos a los ojos, conocernos, valorarnos, sentarnos uno al lado del otro en el aula, son ya importantes semillas de paz.
Por otro lado, aunque hay muchas escuelas católicas en la Tierra Santa y son muy prestigiosas por su perfil académico y formativo, a la hora de la clase de religión, todas las escuelas dividen a los estudiantes; los cristianos tienen su clase de religión con un maestro y los musulmanes con otro, cada uno a lo suyo. La Universidad de Belén es la única institución educativa en la que alumnos cristianos y musulmanes estudian su fe, juntos. Nuestro curso en Estudios Religiosos, abierto a todas las licenciaturas como parte de las materias requeridas por la universidad, tiene dos frecuencias semanales, una impartida por un sacerdote católico y una por un académico musulmán. Así, cada alumno profundiza su fe y conoce la del otro mientras reflexionan, analizan y trabajan juntos en un espacio único de riqueza y fraternidad que tiende puentes que van mucho más allá de la Universidad.
Es importante mencionar también que el 78% de nuestro alumnado está compuesto por mujeres; ellas tienen un papel preponderante en todas las actividades y el ambiente universitario.
Una muestra más de nuestras acciones en favor de la construcción de la comunidad y, por tanto, de la paz, es el centro de apoyo a alumnos con discapacidad. La sociedad local sabe que un alumno con alguna discapacidad que es aceptado en la Universidad de Belén, tendrá de parte de la universidad todo el apoyo que requiera hasta llegar a la graduación. Nuestro equipo de apoyo traduce exámenes al Braille y brinda todo tipo de orientaciones pedagógicas a los maestros y acompañamiento a los estudiantes. Además, somos el único campus 100% accesible a sillas de ruedas en Cisjordania.
Estos son algunos de nuestros proyectos específicos pero, como es de suponerse, lo más importante radica en el ethos mismo de la Universidad. Los valores Lasalianos de Fe, Fraternidad y Servicio nos guían en la construcción y la participación activa en un ambiente de acogida y paz. Nuestro Vice Canciller dice frecuentemente que la Universidad de Belén es un faro de esperanza y un oasis de paz y así es, pero no nos basta con serlo institucionalmente, queremos serlo efectiva y vivencialmente para cada uno de nuestros alumnos.
Mensaje Final
Tenemos numerosos retos. Costear una universidad en la que el 100% de los estudiantes pagan cuotas subsidiadas y en la que además un alto porcentaje tiene becas y apoyos, requiere enormes esfuerzos. Además, encontramos los retos propios del mundo de hoy, de los jóvenes, del medio oriente, de la sociedad Palestina y de la ocupación militar. Nadie dijo que sería fácil, y no lo es, pero ya nos advertía la escritura, “quien quiera servir al Señor, prepárese para la prueba” (Sir 2,1); pues bien, estamos preparados y dispuestos.
Construir paz en contextos de guerra implica presencia y acompañamiento; establecer caminos que lleven a quienes se ven como distintos a encontrarse cara a cara en formas profundas que les presenten su humanidad común y la fraternidad universal; dedicar esfuerzos específicos para la paz, pero también establecer un ambiente en el que estos esfuerzos encuentren expresión y sentido. Estas son algunas de nuestras luchas diarias aquí en Belén.
Agradezco al equipo de Vida Nueva la oportunidad de compartir con ustedes nuestra vida y nuestra experiencia, y a los amables lectores el regalo de su atención. La Universidad de Belén estará encantada de recibirles en su próxima visita a Tierra Santa y de ofrecerles, además de un tour por el campus y por nuestra hermosa capilla, un diálogo directo con nuestros estudiantes para que conozcan de primera mano lo que aquí hacemos y experimenten estos puentes de paz de los que ellos son piedras vivas.
¡Viva Jesús en nuestros Corazones!
Por Alejandro González Cerna, FSC. Profesor de la Universidad de Belén- Colaborador de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos