Con toda sinceridad, los médicos curamos en pocas ocasiones, si acaso las enfermedades infecciosas, y tampoco todas (en el SIDA, por ejemplo, se logra mantener al virus inactivo mientras se toma tratamiento). En la mayoría de las no infecciosas, ayudamos a sobrellevarlas y a que el paciente conviva con ellas. Creo que me di cuenta de esto muy pronto, al poco de comenzar la especialidad. La profesión me acabó llevando a un lugar donde se ponía de manifiesto esta realidad, el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde se atendían lesionados medulares. La lesión medular –como casi todas las patologías crónicas– deja de ser una enfermedad para convertirse en una condición o situación en la que la persona vive desde que se instaura hasta el momento de su muerte.
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Ser consciente de las limitaciones de la medicina te hace humilde, pues aportas todo lo que puedes a los pacientes sin suscitar expectativas desmesuradas o fijar metas inalcanzables. Además, te puedes concentrar en dar un apoyo emocional, que se convierte en cada vez más necesario con la edad y la duración o empeoramiento de la enfermedad crónica.
Apoyo integral
Apuras las posibilidades de los analgésicos, te aseguras de que tus pacientes puedan encontrarte, mediante un correo o el teléfono, si te necesitan fuera de las horas de rutina, sabedor de que no siempre es grato acudir a unas urgencias extra u hospitalarias, o encontrar un médico que conozca bien los antecedentes.
Y escuchas lo que los enfermos quieren contarte, no siempre en relación directa con su enfermedad. Haces visitas más prolongadas, contestas las preguntas si tienes respuesta; si no la tienes, acudes a los libros o reconoces que careces de respuesta sobre un pronóstico. Muchas veces hay que explicar que es necesario convivir con la incertidumbre.
Cuidados paliativos
En pacientes graves o con patologías avanzadas, reconoces cuándo la situación es ya terminal; lo explicas lo mejor que puedes y pones el foco en el confort del paciente. Aquí entran los cuidados paliativos, que tanto bien hacen cuando funcionan. Aunque, por desdicha, están poco desarrollados y con una carencia crónica de medios humanos y materiales.
Lo razonable y humano sería desarrollar una red amplia y eficaz de equipos de paliativos, en vez de diseñar una mal llamada ley de eutanasia (en realidad, de suicidio asistido por el médico), a la que la mayoría de profesionales hemos objetado, por inhumana y porque ataca nuestra concepción de la medicina en tanto profesión y arte capaz de curar muy pocas veces, pero de aliviar siempre.
Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país, en manos de quien diseñó y aprobó tal ley.