JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Las campañas electorales las suele cargar el diablo para que algún obispo (o conferencia episcopal en pleno, que de todo hay) meta la pata…”.
Las campañas electorales las suele cargar el diablo para que algún obispo (o conferencia episcopal en pleno, que de todo hay) meta la pata. Por ello, tras numerosos tropiezos en el mismo pedrusco, ya no es extraño que los pronunciamientos previos a unas elecciones estén llenos de lugares comunes, material de estampita de primera comunión con el que no pisar ningún sabañón, sobre todo si quienes están gobernando tratan suficientemente bien a la Iglesia.
Pero no es fácil, no, porque en demasiadas ocasiones, y con el Evangelio de fondo, a los prelados pocas orientaciones razonables les quedarían salvo la de la abstención, así está la política.
Sin embargo, a veces la tentación es más poderosa y, para no zaherir opciones políticas con las que íntimamente se está más en consonancia, es al Evangelio a quien se le lanza la pedrada.
Le acaba de pesar al arzobispo de Filadelfia, quien, para no criticar los recortes en gasto social anunciados por los republicanos ante las elecciones de noviembre, ha asegurado que “Jesús nos dice muy claramente que si no ayudamos a los pobres, vamos a ir al infierno. Pero Jesús no nos dijo que el gobierno tuviese que encargarse de ellos o que nosotros tuviésemos que pagar impuestos para cuidar de ellos”.
Estas palabras, más propias del espíritu que ideó las hipotecas subprime, rechinan en un pastor, en testigos que, como ha pedido el Papa en la apertura del Año de la fe –y aplicable a todos los cristianos–, han de ser “sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza”.
Y de esta esperanza están especialmente necesitados en Filadelfia, una archidiócesis bajo el ojo del huracán por numerosos casos de pedofilia y con la acusación de haber ocultado documentos en donde quedaba constancia de las denuncias a varios de sus sacerdotes.
Es verdad que este arzobispo –que seguro que sabe muy bien lo que sí dijo Jesús de quien molestase a los pequeños– no estaba en la época en que se produjeron esos delitos. Pero al menos esa losa debería de servirle para ejercitar un poco más la misericordia, que no va incluida en ninguna lista electoral, pero sí en el ADN del cristianismo.
En el nº 2.820 de Vida Nueva.