Cuenta la leyenda que un colaborador le transmitió a cierto expresidente mexicano el siguiente reporte: “¡Señor! ¿Sabe que el gobernador tal lo ha estado criticando cada vez que puede?”, a lo que el entonces primer mandatario respondió: “Qué raro. Nunca le he hecho un favor”.
- PODCAST: Bienaventuranzas desde la cárcel
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La anécdota habla por sí sola: ilustra la malhadada costumbre que tienen muchas personas de no sólo no agradecer a quien les brinda una atención, sino de devolvérsela con la moneda opuesta. El desprecio y la ofensa como pago del generoso servicio recibido.
Tales pensamientos me abordaron al leer lo que sucede en Nicaragua. Daniel Ortega y Rosario Murillo no solo tienen en la cárcel a un obispo y varios sacerdotes; no les ha sido suficiente expulsar del país a otros tantos clérigos y a no pocas consagradas; no se han contentado con suprimir procesiones religiosas en las fiestas patronales y servicios litúrgicos ordinarios. Ahora, por medio de argucias jurídicas, han confiscado la Universidad Centroamericana (UCA), de Managua, fundada y dirigida por la Compañía de Jesús (jesuitas).
No me extraña el hecho en sí. Forma parte de esta andanada represora de la pareja que oprime a este país hermano, y que la equipara a dictadores de la talla de Videla, Franco, Ríos Montt, Pinochet, y su paisano Somoza, todos militares empoderados que apostaron por el dinero y no por el bienestar de sus pueblos.
No asombra, repito, porque esa pareja encarna lo más podrido de un proyecto que en su momento fue luminoso, y que se convirtió en paradigma para los esfuerzos libertarios de América Latina. Su decadencia e inhumanidad tienen rostro en esta persecución religiosa, no suficientemente condenada aún por el Vaticano.
Lo que me llama la atención es algo que viví en 1979. Como participante del diplomado en Teología y Ciencias Sociales, organizado por el Departamento Ecuménico de Investigaciones, en San José, Costa Rica, fui invitado a colaborar con otros estudiantes en una campaña de alfabetización, en el norte de Nicaragua. Sólo una semana duró la experiencia.
A nuestro regreso, fuimos recibidos como héroes en la UCA, y nada menos que Daniel Ortega nos felicitó, y reconoció a la universidad como la impulsora de ese proyecto educativo.
¿Ya no recuerda sus alabanzas de aquella noche a los jesuitas? ¿Ya se le olvidó cuántos profesores de esa institución respaldaron la revolución que él encabezaba? ¿Por qué desdeña el aporte crítico de la UCA a lo largo de toda su historia, y que sustentó teóricamente al movimiento sandinista?
Pues, como lo dijo el expresidente mexicano: por haber recibido tanto de ella. No es, entonces, sólo una persona malagradecida e ingrata, sino un clon de aquel Somoza que derrocó hace ya 45 años.
Pro-vocación
¿Y ahora? ¿Qué se viene después de la Jornada Mundial de la Juventud portuguesa? ¿Por fin los jóvenes se atreverán a ser protagonistas no solo de las redes sociales, sino de un pensamiento crítico que revolucione a nuestra Iglesia? Qué bueno que hicieron lío durante una semana, como lo pidió Francisco de Roma. Ahora viene el reto de impulsar las mutaciones eclesiales que tanto necesitamos.