En no pocas ocasiones, he leído y oído que las enfermedades graves y crónicas son “cruces” que llevan quienes las padecen. Aunque no entraré en argumentos teológicos –carezco de formación suficiente para ello–, creo que cruces y enfermedades son cosas diferentes.
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Como profesional de la medicina, sé que la enfermedad acontece cuando un sistema biológico –por sofisticado y eficiente que sea, y el cuerpo humano lo es– se deteriora o envejece. O bien sufre el ataque de un elemento externo, caso de las enfermedades infecciosas y las que se producen por agentes ambientales tóxicos (el humo del tabaco, una alimentación deficiente por exceso o defecto).
Retrasar el deterioro
Mi tarea como médico es retrasar el deterioro de nuestros órganos y sistemas, tratar sus defectos y carencias con medicamentos y otros medios físicos o químicos; cuando no queda otro remedio, recurrir a la cirugía (tantas veces curativa, pero que no deja de ser el fracaso de la medicina, de medios menos agresivos). He aprendido a acompañar e intentar mitigar los sufrimientos que la enfermedad produce y, en último término, ayudar a acomodarse a las pérdidas que conlleva. Sin dramatismo, intentando no hacer de la enfermedad una tragedia, aceptando que es parte de la aventura de la vida, del hecho mismo de vivir, que acabará de forma natural con la muerte.
La cruz, sin embargo, es algo que otros hombres ponen sobre nuestros hombros, como los romanos, a petición del sanedrín, obligan a cargar a Jesús. Es la consecuencia de una praxis que denuncia la injusticia y pelea contra el sufrimiento que de ella se deriva. No se busca ni se desea, se asume en fe.
Pecado de idolatría
Hoy, en España, la cruz se presenta cuando se denuncia a un poder que levanta muros y cava fosas infranqueables a cualquier disenso. Esta forma de ejercer el poder comete no solo un atropello, sino un pecado de idolatría. Del mismo modo que en los días de monseñor Romero, como hemos recordado a lo largo del mes pasado, se absolutizó la riqueza de unos pocos y los Estados Unidos hicieron de la doctrina de su seguridad nacional un ídolo, hoy, en nuestro país, el ídolo es mantenerse en el poder a cualquier precio; para ello, se denigra en público al adversario político, se retuercen y deforman las leyes, se colonizan y manipulan las instituciones.
Como existe el riesgo de tener que cargar con cruces indeseadas en el futuro, no está de más aclarar la diferencia entre cruz y enfermedad, porque no pocas veces se confunde el significado y el origen de ambas, aun desde instancias creyentes.
Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos, por nuestro país y por nuestro mundo en conflicto.