En todo el mundo, el domingo pasado se celebró la Jornada Mundial por las Misiones, y seguro escuchaste mucho al respecto. Pero en mi mente, con clara identidad de generación X, resonaba la música de la película ‘Misión Imposible’ y remembraba algunas escenas de la célebre cinta ‘La Misión’ con Robert De Niro y Jeremy Irons.
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Generalmente, las imágenes, los sonidos y las experiencias vividas graban en nosotros un mensaje más perdurable que los textos y las palabras. Es el caso de las dos misiones de la cinematografía, que antes te mencioné. La primera, se convirtió en una saga de seis películas (hasta ahora), y la otra en una multipremiada obra en la que las imponentes cataratas del Iguazú, enmarcan una historia inolvidable, en la que incluso podrás observar a un joven: Liam Neeson en personaje de misionero jesuita.
Tu misión
“Tu misión, si decides aceptarla…”, frase clásica de las películas protagonizadas por Tom Cruise, suena a desafío, a reto lanzado por alguien que conoce muy bien las capacidades de su agente, pero le deja la opción de rechazar la tarea, cometido que quizá nadie más pueda realizar de mejor manera. El precio, la recompensa por el trabajo, ni se discute. Probablemente ya está previamente pactado y seguro es de muy alto valor, pero al parecer no es el premio lo que mueve al agente, sino la respuesta misma al desafío, o quizá, entiende que, si logra cumplir la misión, podrá salvar a muchas personas de un gran mal que los acecha y del cual la mayoría permanece ignorante.
Por otro lado, en la selva guaraní, muy lejos del ambiente social y cultural en que naturalmente se desenvolvía, el capitán Rodrigo Mendoza encontró algo que lo liberó de la pesada y a veces insoportable carga de sus culpas: el perdón. Aquellas mismas personas a quienes tanto persiguió y lastimó, al reconocer su genuino arrepentimiento (y la voluntad para demostrarlo), le absuelven de sus graves delitos y le liberan del peso que llevaba a cuestas. Así, el capitán Mendoza se descubre dueño de una riqueza interior que no sabía que existía.
Permíteme juntar la esencia de ambas películas y traducirlas sintéticamente a tu vida personal. Mas allá de las tramas en que la vida real nos envuelve, todos nosotros tenemos una misión que cumplir, que será imposible realizar para cualquier otra persona que no seamos nosotros mismos. Y es que la misión implica un compromiso con nuestra propia transformación personal. Significará deshacernos de las pesadas cargas de culpas pasadas y abrazar la voluntad de Dios, en la acción concreta hacia los demás. Eres protagonista de esta historia en particular. Tu misión, si decides aceptarla, es amar a todos los demás, como Dios mismo te ama, y demostrarlo en los hechos. Tu recompensa, la vida eterna. ¡Corre película!