Hace no tanto tiempo cuando un libro teológico suscitaba alguna polémica –con el alcance social que una polémica teológica pueda tener en determinados contextos– era porque a la obra se la había hecho determinado examen por parte de las autoridades eclesiásticas competentes. Esto, en los tiempos de Francisco, se ha vuelto un poco más difuminado y ahora suceden cosas como estas en las que un prefecto en pleno ejercicio presente como inocente un libro firmado al alimón con el papa emérito.
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No habla Benedicto XVI –o su fiel secretario– de la contabilidad del excardenal Theodore Edgar McCarrick y los euros que el Vaticano recibió a nombre del pontífice germano; sino que comparte con el cardenal Robert Sarah unas reflexiones sobre el sacerdocio. Páginas estas que se presentan en un libro editado, como es habitual en el cardenal, por el periodista francés Nicolas Diat que apuntala bien las tesis del cardenal y su apuesta por una engañosa portada e intensa colaboración “a cuatro manos”.
Los hechos se han relatado con puntualidad en esta web. Vamos ahora con el contenido del libro más allá de los párrafos más polémicos. Estamos fundamentalmente ante una obra que recoge dos capítulos independientes sobre el sacerdocio. El título ‘Desde lo más profundo de nuestros corazones’ (Fayard), no guarda relación con las dos contribuciones principales que se titulan “El sacerdocio católico” (la que firma Benedicto XVI) y “Amar hasta el extremo. Mirada eclesiológica y pastoral sobre el celibato sacerdotal” (la del cardenal Sarah).
He leído este fin de semana con vivo interés el libro, intentando alejarme del ruido mediático y, aunque este ejercicio hubiera sido en vano, hay expresiones –sobre todo en Diat y Sarah– que no han podio cabrearme más –y eso que el libro busca tranquilizarlos de nuestros miedos–.
El valor del celibato
Vaya por delante que aprecio mi celibato como el que más. Más allá del vínculo que este pueda tener en mi ejercicio o el desarrollo de mi vocación al sacerdocio ministerial –el sacerdocio bautismal no aparece ni como triste secundario en el libro–, entiendo que no es la misma la concepción que un religioso pueda tener de la cuestión frente al sacerdocio diocesano. Comprendo que la vivencia de la castidad consagrada no está puesta sobre la mesa con el último –ni con ninguno– de los sínodos. Por ello, me gusta leer y profundizar en mi vivencia de la castidad (y del celibato) y no solo como un truco psicológico o una herramienta pastoral muy útil.
Lo primero que encontramos, antes del texto de Ratzinger, es una “nota del editor” que insiste de forma persistente en la autoría a cuatro manos. Nos transporta a los Jardines Vaticanos donde el Papa emérito y el cardenal guineano habrían elegido el título y revisado las galeradas del libro. Subraya la “excepcionalidad” de un libro así firmado por un papa emérito que rompe su silencio –el mismo que tanto apreciaba Sarah en su obra más celebrada hasta el momento– para hacer frente a la “persistente crisis que el sacerdocio vive desde hace muchos años” –palabras que recoge de Benedicto– y aplica un criterio periodístico para que no queden dudas de las intenciones del cardenal. Me refiero al criterio de la oportunidad al desvelar, por si quedaban dudas, por qué precisamente ahora se publica este libro.
Frente al sínodo de los medios
El Sínodo de la Amazonía, señala Diat, fue el punto de partida de una serie de “intercambio de escritos, pensamiento y propuestas” desde final del verano sobre el futuro del sacerdocio católico tal como se ha afrontado en la asamblea sinodal. Cartas a las que siguieron, asegura sin complejos, encuentros para matizar y dar unidad y claridad al escrito. Una relación que refuerza con el también cuestionado prólogo de Benedicto XVI al libro de ‘La fuerza del silencio’. Un trabajo conjunto que Diat ensalza con un plural nada mayestático al hablar de los “Autores” y afirmando: “Benedicto XVI y el cardenal Sarah han querido abrir y cerrar este libro con dos textos escritos a cuatro manos” (sic). Nada más lejos de la realidad, ¡pero si en el primero Sarah habla en primera persona de su experiencia carteándose con el papa emérito! Pues ahí están ambas firmas con fecha y todo: septiembre y 3 de diciembre de 2019.
De esta introducción a cuatro manos, un tanto mancas, titulada “¿Por qué tenéis miedo?”, solo subrayaré el párrafo que apunta directamente al Sínodo de la Amazonía como inicio de este miedo para el que los prelados nos ofrecen su ayuda. Leemos: “Nos hemos encontrado en estos últimos meses, mientras el mundo se estremecía con el estruendo provocado por un extraño sínodo de los medios de comunicación que se había apoderado del control sobre el Sínodo real”. Esta afirmación de por sí es estremecedora ya que contamos con el documento final, el testimonio de los padres sinodales o incluso tantísimas valoraciones del propio papa Francisco al respecto.
El texto de Benedicto, el que suponemos que de verdad es suyo, retoma algunas ideas que el papa emérito ya había presentado en sus obras sobre la liturgia y cuyo volumen en sus obras completas el primero que ha visto la luz porque el discurso está bastante maduro. Ratzinger compara la estructura que el cristianismo primitivo va creando con los apóstoles, obispos y presbíteros frente el sacerdocio veterotestamentario. Un nuevo concepto de culto que tras la Cruz se va poniendo de manifiesto en los Hechos de los apóstoles y en las cartas paulinas. Benedicto XVI presenta tres textos bíblicos que pueden “clarificar la noción cristiana del sacerdocio”: el salmo 16 con el que se admitía a los candidatos al sacerdocio hasta el Vaticano II, los capítulos 10 y 18 del Deuteronomio que han formado parte de la II Plegaria eucarística de la misa y la oración sacerdotal de Jn 17,17. Benedicto habla del celibato de la Iglesia primitiva, cuando personas casadas accedían al sacramento del orden y eran invitadas a vivir en “abstinencia sexual”, viviendo el entonces llamado “matrimonio de san José”.
Sin miedo
En el texto de Sarah el celibato toma el primer término como si fuera el elemento esencial del ministerio sacerdotal. Con el discurso del “no tengáis miedo” parece enlazar el texto más abstracto de Benedicto XVI con el debate suscitado en el sínodo. Para ello no se ahorra adjetivos como “catástrofe pastoral” o “urgencia misionera” viajando del plano ontológico a la propia experiencia en Guinea e, incluso, asimilando ambos razonamientos en varias ocasiones.
Repasando la “Tradición de la Iglesia” apunta a la “confusión eclesiológica” provocada por el Vaticano II y sus reflexiones sobre el sacramento del matrimonio y del orden sacerdotal. Por ello propone redescubrir el papel esponsal del presbítero como identificación con la Iglesia esposa –lo que excluye el sacerdocio femenino, debate considerado por el prelado africano como “extrañas orquestaciones políticas”–.
Por subrayar un elemento más de las dimensiones del sacerdocio que se estudian en el ensayo, justifica la presencia de determinados puestos de gobierno curiales para los sacerdotes. “El gobierno de la Iglesia es un servicio de amor del esposo a la esposa. No puede, por tanto, ser una tarea si no de los hombres que, en virtud del carácter sacerdotal, se identifican con Cristo-Esposo y siervo”, ya que hablar de “rivalidad entre hombres y mujeres” sería reducir la tarea del gobierno a “una forma de poder político y mundano”.
Por ir al final, la conclusión “A la sombra de la Cruz” –algo que repite continuamente Sarah en la parte final de su texto– advierte de la “oscuridad” de los tiempos que corren para el sacerdocio y las ganas de renunciar de muchos por la crítica social contra el celibato. Ante esta situación, los “Autores” nos invitan a mirar a la Cruz y rezar para alejar las maniobras políticas y luchas de poder que “podrían herir la unidad de la Iglesia”, algo “diabólico” que nos ha colocado la indiferencia y el relativismo.
Más allá de las noticias, leyendo el texto, ¿hay quien cree que no es un pulso contra el papa Francisco? ¿Así van a ser los ‘dubia’ a partir de ahora?