(José Lorenzo– Redactor Jefe)
“Cuando por fin el nuevo dicasterio que dirige Rino Fisichella eche definitivamente a andar, debería, sí, fijar sus ojos en España (…) para ayudar a desterrar, de cara a esa nueva evangelización, una serie de modos y tonos que también propician persecuciones y espantan a no pocos”
De la visita del Papa a Santiago y Barcelona quedarán para la historia las magníficas imágenes televisivas de los actos en la Plaza del Obradoiro y en la Sagrada Familia. Ellas ya son de por sí una hermosísima catequesis. Lamentablemente, de lo dicho por Benedicto XVI, los gruesos titulares de prensa con los que aterrizó acabaron por viciar el resto de sus mensajes. Y fueron muchos, de calado, y desapercibidos. También para una Iglesia como la española, que vive tiempos tormentosos, que pretende ser creíble, pero cuyo mensaje choca con un muro de indiferencia, cuando no de abierta desconfianza. Y, últimamente, también de cierta hostilidad. Por ello, habría que rescatar y meditar con sosiego los discursos del Papa. Y practicar más la frase que pronunció en su homilía en Compostela, en donde invitó a la Iglesia y a cada uno de sus hijos a un nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio. Y hoy no siempre se intuye así esa relación, aun cuando obras como las del ‘Nen Déu’, una de tantas como sostiene la comunidad cristiana, abundan entre nosotros, y la caridad de los católicos, como también reconoció públicamente el Papa, es un bálsamo en estos tiempos de crisis. Sin embargo, rechinan más otras imágenes apocalípticas, en las que se llora a una Iglesia perseguida y en donde se dibujan a brochazos los males que padece una institución que algunos anhelan martirial. Un diagnóstico que, a lo que se ve, sigue llegando al Vaticano sin demasiados contrastes de color para seguir haciendo bueno aquello de que “de Roma viene lo que a Roma va”.
Cuando por fin el nuevo dicasterio que dirige Rino Fisichella eche definitivamente a andar, debería, sí, fijar sus ojos en España (una de sus mayores preocupaciones) para ayudar a desterrar, de cara a esa nueva evangelización, una serie de modos y tonos que también propician persecuciones y espantan a no pocos, aumentando dolorosamente el número de alejados, cuando no creando descreídos y laicistas confesos. Más santidad y menos management, reclamó Ratzinger siendo prefecto. Palabras que siguen siendo válidas para hoy.
En el nº 2.729 de Vida Nueva.
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