México se encuentra en una carrera electoral en la que lo normal, para algunos candidatos, es mentir con descaro, operar campañas de desinformación, trasparentar sólo lo que les conviene y manipular encuestas para que les favorezcan. Son cosa diaria las acusaciones repetitivas sobre la ineptitud y corrupción ajenas, que nunca van acompañadas del mínimo reconocimiento de falta propia. Además, ahora los ciudadanos siguen y recrudecen el juego. Sumadas a esperanza y anhelos –que entiendo genuinos– las exageraciones, insultos y lapidaciones en medios sociales han convertido el proceso electoral en un verdadero lodazal. El resto de los ciudadanos estamos agotados entre tratar de mediar, esclarecer o mejor cambiar el tema.
Tanto los candidatos como sus partidarios desconocen que el diálogo electoral es también un bien público. Una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad, sino en defraudación sistematizada, y esto deteriora cualquier debate futuro. Ganar manipulando la esperanza no legitima a nadie, pues el desencanto siguiente es inevitable. Negar la verdad de los actos propios y enfatizar la de los ajenos sólo entreteje una red de sabotajes que hace cada vez más difícil el progreso.
La incongruencia no se corrige con ideología, sino con rectitud interna. Pero cualquier precio a pagar será poco, pues el botín percibido lo amerita. Siguiendo a Macario, estos hambreados candidatos y correligionarios confunden urnas con pollos rostizados (Traven, 2003) y agotan el poco respeto institucional que aún les queda. Pero la elección es apenas el inicio de la democracia, el país no es botín, sino tarea de servicio y todo sabotaje es al final auto sabotaje.
Necesitamos tomar aliento y recuperar nuestro espacio público. Y la ruta transita por un sendero que llevamos dos mil años escuchando: basta de pedradas; liberémonos de mentiras, aspiremos a un orden superior (Jn 8); quien quiera ser el primero, que sirva (Mc 9, 33-35). ¿Soy Idealista? Vaya que sí, y es porque suelo llevar mi realismo hasta el final. Me revitalizo a base de ideales porque, al igual que tú, he visto la esclavitud y violencia engendradas por la mentira. Y también porque soy testigo de la libertad y paz que fructifican tras la verdad. Así que ahora te invito. Nuestro espacio democrático, además de esa pizca de Esperanza con que cuenta, necesita también una gota de Verdad.
Referencia: Traven, B. (2003). Macario. Cd. México: Selector.