Gianfranco Rosi, en una gran película documental –‘In Viaggio’ (‘De viaje’)–, ha usado materiales previos sobre migraciones. Como los del desgarrador de ‘Fire at sea’ (‘Fuego en el mar’, Oso de Oro en Berlín 2016), donde ya tuvo el valor y la dignidad de acercarse a esta cruda realidad que ha puesto en la picota a una Europa que ni ha sabido entenderlo ¡ni quiere hacerlo, acercándose vertiginosamente al suicidio! Aprovechando ese material llega hasta la visita papal a Lampedusa para sumergirnos de nuevo en el mar, como si la corona de flores fuera lanzada como un abrazo a los ahogados. Del papa Francisco y mía. Nuestra.
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Nueve años, 57 viajes, 53 países diferentes: un calendario agotador que hacia el final, nos muestra un hombre cansado pero vitalista, enredado en sus vestiduras blancas almidonadas, pero necesitado de ayuda para levantarse y caminar. Sin embargo, viajar parece darle energías a Francisco. En encuentros con la emigración, el medio ambiente, la solidaridad y la guerra. Con personas como los de una fila de presos en Ciudad Juárez, México, o un enfermo de cáncer en Brasil, creando unos segundos de intimidad uno a uno entre los guardaespaldas y el séquito.
¡Al ver la película, me emocionaba! Y qué le vamos a hacer, intentaba acompañar al Papa no solo en sus encuentros con multitudes, sino también en su solitario camino hacia la cruz en el Vaticano en 2020 en imágenes que hablan sin comentarios ni glosa. Esa veracidad que atraviesa la pantalla e invitaba a alzar mis manos hacia los pies de la cruz proyectada. Bendita la suerte de poder sentir y gustar con este documental. Como una oración empapada también del goteo de la lluvia de aquellos días. Como el rocío que empapa la tierra.
Un documental con afecto y denuncia
O con parecido dolor al “sentirme” golpeado y amenazado por los jinetes a caballo persiguiendo a los migrantes fronterizos en El Paso, Estados Unidos.
Hay afecto en el homenaje de Rosi a un hombre al que claramente admira, pero este no es un vídeo promocional del papa Francisco. No ahorra la ironía al visualizar unos aterradores aviones de combate, adornados con el lema ‘Unidos por la esperanza’ que escoltan al avión papal en una visita de 2018 a Perú.
Hay afecto y hay denuncia. Como con las imágenes del despojo de la identidad propia de los distintos, como sucedió en Canadá en las llamadas “escuelas residenciales” que formaron parte de un programa liderado por el Gobierno federal e instituciones religiosas para erradicar la cultura aborigen nativa e integrar forzosamente a los niños indígenas en la sociedad blanca y europea. Al final de este absorbente documental, se presenta la disculpa del Papa de julio de 2022 a las comunidades indígenas canadienses intercalando, con espeluznantes imágenes de archivo, el borrado de una cultura que se consideraba pagana e inferior.
Mientras el Papa está de viaje, lejos de los estrechos confines del Vaticano, es más desinhibido y, por lo tanto, más revelador. Y eso es de lo que trata este documental. Viajes del Papa para mostrarnos que nuestra vida itinerante y peregrina no puede olvidarse, entre otros, de los que caminan arrastrando sus pies por la tierra de todos. Arrastrando sus pies, insisto. Que no todos caminan entre algodones. Ni tienen que caminar forzados de frontera en frontera. En viajes muchas veces a ninguna parte. El papa Francisco en este documental nos recuerda un acertado horizonte, sin calculadas estrategias políticas como ahora se lleva. Un documental veraz, que incorpora la necesidad de sueños en la objetividad misma del camino. Como dice al principio del film y que explícitamente acaba de recordar de nuevo en una entrevista en La Nación: “¿Cuál es tu sueño?”. “Sueño con abrir puertas y caminos para caminar”.