A día de hoy, imagino que nadie en España –y parte del extranjero, como diría el clásico– ignorará que Tamara Falcó e Íñigo Onieva han roto su relación.
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En todas las tertulias televisivas y radiofónicas se ha barajado –y aún se sigue barajando– la posibilidad de que Tamara perdone a Íñigo y la relación se reanude, a pesar de que la hija de Isabel Preysler se ha quejado de la ruptura de la confianza que han supuesto algunos hechos de Íñigo.
La profecía de Oseas
La historia, por más que no sea nada original, recuerda algunas páginas de la Escritura. En concreto, la profecía de Oseas. En efecto, el profeta Oseas es el primero que emplea la metáfora nupcial para referirse a las relaciones entre Dios y su pueblo. Se discute si esto se debe a una experiencia personal del propio profeta, que se habría visto engañado por su esposa, Gómer. Esto le habría servido para explicar la situación de un Dios-esposo traicionado por una Israel-esposa: “Acusad a vuestra madre, acusadla, porque ella ya no es mi mujer ni yo soy su marido; para que aparte de su rostro la prostitución y sus adulterios de entre sus pechos […] Sí, su madre se ha prostituido. Se cubrió de vergüenza la que los concibió, cuando decía: ‘Me iré detrás de mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas’” (Os 2,4.7).
Hay que insistir en que este lenguaje altamente “sexual” es para mostrar la infidelidad de Israel. Estamos, pues, ante un asunto que incumbe al primer mandamiento, no al sexto… Y aunque la primera reacción de Dios sea castigar a Israel por su infidelidad, también encontraremos palabras de perdón y acogida: “Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor” (2,21-22).
¿Significa esto que Tamara –mujer religiosa– debería perdonar a Íñigo? Yo no soy quién para decir qué debe hacer la marquesa de Griñón con sus relaciones. Lo cierto es que la Biblia expresa de muchas maneras que Dios sabe perdonar al ser humano, sea cual sea la actitud de este. Y, si no, que se lo pregunten al padre de la parábola conocida como del hijo pródigo.