De mis cadenas me liberó, de mis vicios me dio la fortaleza para dejarlos y de mis errores me va permitiendo aprender y reparar la vida que por mi egoísmo y vanidad me llevaron hasta perder el sentido y propósito. Conocer el amor de Dios en un momento de necesidad, transformó todo en mí.
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Entiendo la fuerza que Dios me ofreció para transformar mi actitud, el camino y mis relaciones, esas amistades que sólo me hundían cada vez más, que me engañaban justificando los vicios que juntos teníamos. Se alejaron, ya no están, me criticaron por liberarme, me abandonaron, dejando claro que mi persona no les interesó nunca, pero el dinero que invertí en ellos, ese sí fue valorado.
Cada día lucho por no volver al camino que me llevó a la perdición, a veces me pregunto ¿por qué es tan apetecible todo aquello que hace daño?
Las cosas buenas son más difíciles de valorar y para ser sincero, cuestan el doble de trabajo llevarlas a cabo, creo que también tiene mucho que ver la fuerza de voluntad, no todos tenemos lo que se conoce como “voluntad de acero”, para algunos es más sencillo no sucumbir ante el pecado y para otros, es mucho más fácil negarse a lo que parece apetecible.
Su luz penetró en mi alma
No puedo decir que he vencido, sigo en ‘pie de guerra’, dejar las cadenas que se rompieron, me recuerdan que en cualquier momento y por decisión propia, podría volver a encadenarme en ellas, las rompí, pero la fortaleza para hacerlo vino de lo alto, como la más grande redención y el acto de amor por aquella oveja que se había extraviado, para ser sincero yo seguiría ahí, aunque fuera mi perdición.
Pero no fui yo, fue Él, quien me rescató y me hizo entender que la muerte es mucho más que acabar con mi existencia. La muerte puede vivirse en la vida, muerte moral, muerte psicológica, muerte de mi voluntad. Me alejó del dolor, ese que me ‘ahogaba’ el que quería ‘callar’ en mi interior y olvidarme que estaba todo el tiempo conmigo.
Su compañía, la de Dios, aunque no entendí al principio, que en todo momento estuvo conmigo y que esperó tanto tiempo sin reprocharme nada, sólo me acompañó en silencio y esperó el momento en que yo decidiera decirle sí. La forma de hacerlo realmente no fue con ningún sacrificio enorme, viendo en perspectiva, sólo tuve que decir: ¡Sí quiero!
Y todo cambió desde ese instante, me sentí libre, sin ‘cargas’ que me impedían ver la vida con claridad; sin duda, su luz penetró en mi alma y entonces pude ver aquello que por la tiniebla de mi egoísmo era imposible entender.
‘Entretenidos’ en nuestros vicios
Tal vez, aún no estés preparado para este mensaje, pero, llegará el momento en que sentirás que ya no puedes más, que la vida deja de tener sentido, será hasta ese momento, cuando ya no puedas cargar con las cadenas, cuando los fracasos sean tantos, te darás cuenta que vas por buen camino, aunque no lo entiendas ahora.
Te parecerá muy ilógico que te diga que vas por buen camino y es que así me sucedió a mí y por ello lo comparto, de no seguir por ese sendero jamás hubiera encontrado todo esto que hoy vivo. Lo ideal sería no haberme extraviado, pero, no sucedió así, tuve que avanzar por el pecado, ensuciarme y tocar fondo, mancharme con el lodo más denso y sentir que eso me daba alegría.
Nada más erróneo, vivir confundido es el trabajo del maligno, extraviar nuestra vida es su tarea principal, de esa forma nos tiene ‘entretenidos’ en nuestros vicios y perdidos, nos lleva a ese lugar indefinido, donde todo es excusa y justificación, pensamos: “soy libre de hacer lo que quiera” y confirmamos “¡me lo merezco!”.
La verdadera libertad está en seguir los parámetros de respeto hacia mí y a los demás, aspectos que no somos capaces de entender cuando estamos aturdidos por el pecado, ‘anestesiados’ por la satisfacción momentánea que nos da el hacer valer nuestra libertad.
Rescatado por Dios
“Porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible para la ley, lo realizó Dios enviando a su propio Hijo con una naturaleza semejante a la del pecado”. Romanos 2-3
¿Cómo te hizo Jesús aceptable ante Dios? Primero, aquí está el problema: Dios es perfecto y las personas no. Entonces, ¿cómo podría un Dios perfecto permitir que personas imperfectas entren en un lugar perfecto llamado cielo? Algo tenía que pasar, Dios se ocupó del problema, vino a la tierra como un hombre en la forma de Jesucristo y murió por nuestros pecados.
A esto se le llama gracia, redención o ser rescatado por Dios. El término teológico es justificación, donde Dios te hace limpio y perfecto a sus ojos, sin importar lo que hayas hecho. Somos más importantes que nuestros pecados y que nuestras acciones. Nos ama de una manera única y extrema. Dios envió a su Hijo a morir por ti para que pudieras ser aceptable para Él; entonces, si Dios te ha aceptado, ¿por qué necesitas la aprobación de otras personas?
Una de las cosas más liberadoras de la vida es creer finalmente que no necesitas la aprobación de otras personas para ser aceptado y ser feliz. Eres elegido, amado y aceptado, deja que esta verdad te lleve a una vida gozosa y llena de amor. Si estás dispuesto a sentirte amado, pero de verdad.
El mal ataca nuestra fe
Recibir el amor de Dios, no dudes entonces en dejar en sus manos tu pecado y entonces esas cadenas se romperán, no te puedo decir de qué forma, simplemente dejarán de estar ahí, te alejarás de todo lo que te daña, de todo lo que te corrompe y empezarás a vivir una vida plena, lo realmente necesario es que tomes la decisión y aceptes que ya no quieres vivir así.
“Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también ustedes, considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. Romanos 6, 8-11.
Tenemos un enemigo real que nos hace la guerra todos los días, ya sea a través de distracciones, desánimo, desilusión, vicios, temor, duda o mentiras, el mal está tratando activamente de atacar nuestra fe. Pero para contraatacar, necesitamos un arma que realmente funcione.
Es la oración. He escuchado decir a muchas personas: –Mi vida era un desastre –. –Yo era una escoria –. –No merecía llamarme hijo de Dios –. También he escuchado frases como: –Dios me liberó y me dio una nueva vida –. Al final depende de cada uno de nosotros y de esperar el tiempo y momento preciso, pues las cosas de Dios son así, llegan en el momento exacto. En mi historia personal: Dios me liberó.