El ansia de ser independiente es algo que se da en la sociedad por el miedo a ser dependiente. Todos podemos tener un cierto deseo de no ser personas dependientes, es normal. Depender por completo de los otros es algo que nos pasó al principio de la vida y de lo que no nos acordamos. Pero caer en una enfermedad que nos haga depender totalmente de los demás, es una circunstancia que no queremos. Sabemos que es muy duro después de haber sido autónomo en la vida. Además, lo vemos como un problema para nuestros seres queridos que no van a poder hacer su vida de manera libre ya que tendrían que cuidarnos constantemente.
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Sin embargo, hay que señalar que este es un falso dilema. La vida no es dependiente o independiente, porque ser totalmente independiente es imposible en nuestra existencia (tal y como vimos la pasada semana). Somos seres sociales y, hasta cuando creemos que somos totalmente independientes y hacemos lo que queremos, estamos dependiendo de otros, de que haya otras personas que estén haciendo cosas que nos permiten a nosotros ser y hacer lo que queramos. Nuestra vida es siempre interdependiente y esto es lo maravilloso que debemos descubrir para encontrar el sentido a nuestra existencia.
La interdependencia significa que nosotros dependemos de los demás y que ellos también dependen de nosotros. Descubrir que esta es la verdadera esencia de nuestra existencia como seres sociales, cambia la perspectiva y hace olvidar el falso dilema que titula este artículo. Porque es así como transcurre una vida sana. Podemos aportar cosas a los otros y eso es lo que nos hace felices, lo que nos realiza, lo que da sentido a lo que estudiamos, a lo que hacemos, a lo que somos.
Al mismo tiempo, también dependemos de los otros. Reconocer su valor, saber que su concurso es el que nos permite ser quienes somos y tener la vida que tenemos, es otro de los elementos básicos para nuestra vida. Acoger al otro, aceptar lo que nos da, nos permite vivir la vida con gratitud, disfrutar del sentirse querido, del que sentirse importante porque otros se preocupan de nosotros. Recibir es un arte que también nos lleva a una vida mejor.
Interdependencia
Y esta es la clave de una vida sana y fructífera, el reconocimiento de la interdependencia, de que somos en sociedad, de que nos ofrecemos y recibimos mutuamente y ello es lo que da el verdadero sentido de nuestra existencia. A lo largo de nuestra vida tenemos momentos en los que podemos aportar poco y en los que sobre todo recibimos: la infancia, cuando estamos enfermos, la vejez… Pero tenemos otros en los que podemos ser nosotros los que más aportamos, los que más damos. Me refiero, sobre todo, a nuestros años de madurez en los que podemos dar más de lo que recibimos. Además, en algunos ambientes somos nosotros quienes aportamos más a los demás y en otros somos los que recibimos más que damos. La interdependencia no es bilateral, damos a unos y recibimos de otros, pocas veces todo coincide. Descubrirlo es capacitarse para vivir con plenitud.