No terminaremos de entender el problemón pandémico que tenemos encima, si lo hacemos de nuestra perspectiva, desde la inmediatez. Querido Ortega y Gasset, por tu camino hacemos aguas. Tenemos la oportunidad (diría necesidad) de situarnos fuera de nosotros mismos y atender a lo que ocurre en la humanidad, sin paliativos. Aunque sea por un instante que nos rompa, pero despertar de la propia oscuridad cavernaria. Lo cual supone elegir –con libertad, no puede ser de otro modo– situarse en una perspectiva imposible y reconocer que esto de vivir, tal y como es la vida, nos supera ampliamente. En definitiva, deseamos y necesitamos incesantemente algo imposible.
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Segundo punto. Creo que es un momento –y muy decisivo– de tomar seriamente en consideración de los Derechos Humanos con su amplitud. Recuerdo, aunque se sepa, que la lista de países que los han firmado y se han comprometido a ellos no es infinita. De hecho, muchos no saben si su país está en línea o no con ellos, tanto teórica como prácticamente. ¿En algún lugar del mundo, por recóndito que sea, se asumen totalmente? La respuesta es: No. ¿Qué ocurre entonces? ¿Los tomamos como un ideal, sin más? ¿Es la utopía del Reino en la tierra? ¿Son los Derechos Humanos el paralelo liberal del Comunismo igualitario? ¿Están en línea y sugieren lo mismo, como horizonte para la Humanidad? En nuestras sociedades occidentales hay una mezcolanza tal, que algunos ya no saben qué decir sobre esto, en cuanto profundizan un poco en el tema.
El caso es que, en lo concreto, percibo muy amenazados los Derechos Humanos. Se ha tomado como utopía, con frecuencia. Como ética de máximos, hacia la que tender. Como un norte al que dirigirse, pero cuya realización, en la práctica, se asume como inconjugable con otras “fuerzas sociales” y, sobre todo, “la situación realisma”. En conclusión, los Derechos Humanos justifican algunas acciones y, en otras, se asume como principio y nada más.
Los Derechos Humanos
Da la sensación de que, después de la Segunda Guerra Mundial (tiempo histórico de una maldad desconocida hasta entonces, por muchos héroes que queramos sacar a relucir en cine, literatura, ciencia…) hubo un instante de conciencia general y colectiva sobre la Verdad, que se ha ido diluyendo. La memoria de una persona es frágil, no digamos con la memoria de una sociedad (con frecuencia, además, manipulada e interesada en construir relatos). Los DDHH surgen de ese momento en el que cierta parte de la Humanidad reconoce la Barbarie dentro de sí misma y quiere garantizar la Humanidad de las personas individuales que forman parte de sus sociedades. Hemos perdido de vista, me temo, el instante y no hemos transmitido lo que supone con suficiente claridad.
Los DDHH no son una lista de deseos, ni de objetivos, ni una utopía. Se escribieron en un momento de mucho dolor, de un recuerdo nada glorioso por lo vivido, quizá sin alegría alguna. Los DDHH se establecieron como defensa de la Humanidad contra Sí Misma. Como carta que supo poner el acento en las personas por encima de todo lo demás. En un momento de reconstrucción y de búsqueda del sentido de la Vida, desgastados muchos Estados, Pueblos y Familias, personas concretas. La Declaración firmada en 1948 pone el énfasis y supo escuchar (mucho, nunca todo) lo que la persona para Vivir En El Mundo necesita.
Su acierto más grande fue, a mi entender, querer hacerlo Ley Universal. Es decir, Obligación para cualquier otra persona en esos territorios. Pretender de este modo gestionar el espacio del mundo, como quien divide un Paraíso de todo lo demás. Su debilidad más grande, otra vez, a mi modo de ver, no pensar en las personas concretas y en el egoísmo como mal radical. Y Kant se pelea con Kant en un único párrafo. O, lo que es lo mismo, poner límites a la razón dando por supuesto que todas las personas habidas y por haber, son racionales.
Lo de la obligación suena mal. El deber por el deber, asumido incluso cuando no hay criterio ni responsabilidad, por razón ajena, más en un tiempo relativista que invita a dudar de todo lo que no sea mi propio individualismo, se vuelve complicado. ¿Cómo invitar entonces, de verdad, a estos Derechos cuando cada cual comienza todo por sí mismo? Es la auténtica complejidad de los Derechos Humanos, que no se pueden asumir en un momento de la historia con lagunas, porque serán mares en la siguiente generación. Y mucho me temo, se justificará más su incumplimiento que su necesidad, o se usará su Obligación según convenga a la política del momento.
Ojalá me confunda. Mantengo mi esperanza.
Sin pretensión de originalidad, cuando se enfrentan (se elige la disyunción, el “o lo uno o lo otro”) Libertad y Convivencia, Persona y Relación, en el fondo hay una dialéctica que, a mi entender, ni entiende la Libertad ni la Persona, y quiere controlar políticamente la Convivencia y la Relación. Por este camino de dominio y poder, solo cabe la opción de opciones Totalitarias, que en un tiempo digital, todavía ni hemos sido capaces de pensar como ciudadanos, como personas libres.