Detente antes de abrir tu corazón a cualquier persona porque lo pueden dañar. Es otra forma de decir “no le tires perlas a los cerdos” porque no existe nada más valioso y precioso que tu intimidad. Detenerse implica observar y auscultar el alma del otro pero siendo profundamente obedientes a nuestra intuición que se manifiesta con frecuencia en nuestro estómago que se aprieta cuando alguien no es de fiar.
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Escucha a todos, pero no dejes de escuchar a tu razón que siempre tiene mucho que aportar. No solo la intuición es necesaria sino la experiencia que aporta el conocimiento y la edad. Escuchar al otro no significa necesariamente acatar todo como si quien habla fuese un general, pero sí ponderar sus juicios y ver cuánta verdad nos puede regalar para el discernimiento y elección final.
Serénate para no actuar precipitadamente una vez que tu intuición y tu razón se logren coordinar. Nada es tan urgente que se deba hacer corriendo, por lo que, si vamos apurados, es mejor caminar. Serenarse implica inspirar profundo para poder estar plenamente con la situación, verla como con un foco de gran angular y ser capaz de ver lo invisible para los demás.
Confía, aunque te diga lo contrario el mundo actual. Desconfiar de todo y de todos solo nos puede llevar a la muerte y a la soledad. Si te detienes, escuchas y actúas con serenidad, aunque te equivoques, no te arrepentirás. Habrás tendido un puente que muy pocos están dispuestos a edificar. Puede que te engañen, estafen o te quieran dañar, pero las más de las veces ganarás un amigo, un vecino o alguien que más adelante te regalará una sonrisa de complicidad.
Ingenuidad
Otra cosa es ser ingenuo y volar como un pajarito al viento por la ciudad. Debes ser astuto y no generar ocasiones donde otros te puedan timar. Lee bien lo que firmas, guarda con cuidado tus pertenencias y ten siempre mil antenas alertar para que no te vayan a pillar desprevenido al andar. Desconfiar sabiamente es un arte que se proyecta al caminar y que invoca a todos los ángeles a cuadrarse por nuestra seguridad.
Nobleza, ante todo, es la máxima a practicar. Que ningún mal aprendido te quite la fe en ti mismo, en la gente buena y en la humanidad. Son muchos más los que hacen el bien que los que causan mal; el problema es que hacen más ruido y se notan más. La nobleza, en cambio, es silenciosa y se muestra solo en la adversidad.
Fuerza y fineza también habrás de practicar porque, aunque parezcan contradictorias, son necesarias para la vida actual. Fuerza para poner límites a los frescos y decirles “hasta aquí no más” y fineza para escabullirse de los manipuladores, los politiqueros o los que creen que se las saben todas en el manejo de la verdad.
Inteligencias de todo tipo tendrás que desarrollar: son muchos los pillos buscando las grietas del sistema por donde se puedan colar. La inteligencia nos permite prevenir en vez de curar; pensar todas las posibilidades y anticiparse cerrando la mayor cantidad de flancos a la maldad.
Amor y buen humor, por último, son ingredientes esenciales para sobrevivir al modo de relación que se da en la cotidianeidad ya que, por más que practiquemos todas las letras del acróstico que acabo de inventar, siempre habrá alguien que nos haga lesos, nos haga sufrir o nos decepcione hasta llorar. Pero si hay que llorar mejor que sea de la risa para que no se nos vaya la vida en eso y podamos continuar.