La situación es tan cambiante que, quizá, desde que escribo estas líneas hasta que se publiquen, las circunstancias hayan cambiado sustancialmente. Pero en este momento, me inquieta el desgobierno o el abuso de poder que, a la larga, como todos los extremos, se tocan y se alimentan. No, no hablo de política… al menos no solo.
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Casi nadie defiende ya una estructura jerárquica para su vida y, sin embargo, es inevitable para todas las áreas de la vida: el adecuado funcionamiento biológico de nuestro cuerpo, el modo en que gestionamos cognitivamente la realidad, el funcionamiento de cualquier maquinaria, cualquier empresa sociedad cooperativa, nuestra agenda, una obra de teatro, hacer un viaje… ¡hasta cocinar con éxito un buen pastel! ¿Os imagináis hacer un discurso de igualdad, que no importa el orden entre los elementos ni la graduación y nos empeñáramos en apagar el horno antes de meter la bandeja? Pues, salvando las distancias, creo que nos está pasando un poco.
Incapacidad para gobernar
A veces tengo la sensación de que bajo un discurso de aparente libertad, igualdad y diálogo se esconde la incapacidad para gobernar, para tomar decisiones, para arriesgarse a errar. O, en otras palabras, es dificultad para llevar a cabo cada uno la función que le es propia. Si el cerebro se empeñara en “acompañar” a cada extremidad, dejando que sea cada una la que se dé normas de funcionamiento, seguramente tendríamos una persona con cierta discapacidad y el diagnóstico no sería muy bueno. Pero cuando hacemos o dejamos hacer esto en los más diversos grupos humanos no reaccionamos. Es más: entendemos que nada podemos decir ante semejante ejercicio de libertad y madurez. ¡Hasta nos pasa con cada uno de nosotros cuando renunciamos a “gobernarnos” en la vida y dejamos que en cada aspecto o área del día a día rijan principios distintos y, a veces, hasta contradictorios! El evangelio de Lucas lo llama “vivir en guerra civil o dividido internamente” (Lc 11,17).
Es el desgobierno que lejos de abrir opciones de autonomía y libertad, dan la oportunidad al abuso de poder, a que se imponga el que más levante la voz o el que en ese momento tenga “la sartén por el mango”. Porque si algo sabemos es que cuanto más divididos estemos por dentro (de uno mismo, de una institución, de un Estado), más fácil es que nos manipulen, que vivamos en desgobierno. Cuando gozamos de un buen gobierno (a cualquier nivel, no hablo solo de política, recuerda), es muy difícil que se den o se permitan faltas de respeto, difamaciones, normas contrapuestas… en definitiva, abusos de poder.
Curioso… Igual por eso el desgobierno es de lo más contrario a la libertad y a la madura autonomía. Aunque no lo parezca.