Desintoxicación y fragilidad


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Leía en un artículo que cuando comemos fruta no solo hay que lavarla, pues todos los insecticidas químicos que llevan pegados a la piel son perniciosos para la salud, sino que, al agua del lavado, hay además que añadirle dos cucharadas de bicarbonato sódico. Por otra parte, te dicen que lo mejor de las vitaminas están precisamente en la piel y en la fruta cruda. ¡Buf, qué pereza, debo estar intoxicadísimo!

La intoxicación es un problema para el interior de la persona (y no me refiero a lo meramente físico, sino a lo existencial). En el transcurrir de la vida, muchas veces, las relaciones, los pensamientos, los grupos de presión, las acciones, la religiosidad, la información, la institución, los traumas, las expectativas no cumplidas… están cargadas de tóxicos que nos encierran más en nosotros mismos para huir de lo que pensamos que es vulnerabilidad. Al final hay que parar y mirar en nuestro interior para ir desprendiéndonos de las capas tóxicas y así ser más libres, más naturales, más personas.

Pero también está la toxicidad del propio pecado, no siempre podemos echar balones fuera, sino que debemos enfrentarnos a nuestra tozuda realidad. El pecado me lleva por caminos de egoísmos, de deseos de ser más, de ansiedades de poseer más, de aspiraciones de estar por encima de los demás… Ya sé, no está de moda hablar de pecado, algunos podéis pensar que es más importante hablar de Evangelio o de la Buena Noticia de Jesús, pero no nos engañemos, el pecado también se elige con total libertad. Y si hablamos de elección hablamos de escoger entre varias opciones. Pienso que no se puede hablar de una sin la otra, a no ser que pequemos de ingenuos. Porque si hablas de Evangelio, del seguimiento de Jesús, te toparas rápido con las fuerzas del maligno, y si hablas de Bienaventuranzas te encontrarás seguidamente con las malaventuranzas, a no ser que hagas una selección de lo que solo a ti te interesa, de aquello que no te remueva el corazón.

Manos

Así como lavamos la fruta antes de comerla, para eliminar las impurezas tóxicas, así ahora es tiempo de reconocer con humildad mi relación con Dios, con mi comunidad, con los cercanos, con los lejanos, conmigo mismo. Tómate tiempo, a veces cuarenta días nos parece demasiado, pero confronta tu vida con la Palabra y camina, sentirás tu existencia más ligera, más frágil, más amada.

La Biblia está llena de elogios a la fragilidad. Quizás el texto más hermoso es el que nos cuenta Jesús, cuando las entrañas del Padre se conmueven ante la fragilidad de su Hijo. El padre te espera a la puerta, el padre no te deja hablar, el padre te come a besos, el padre te hace una fiesta, y todo porque has llegado desnudo, sin capas que oculten tus miserias, sin alardes que cubran tu insignificancia, sin palabras que sustenten tu orgullo… simplemente quieres volver a casa para estar con él. Es como para echarse a llorar de alegría. ¡Ánimo y adelante!